Me detuve en el
momento.
Tuve un pequeño rayo
de lucidez al pensar en; ¿qué estaba haciendo una persona en mi habitación? Y,
¿por qué estaba en mi habitación a oscuras?
En mi rápido momento
de lucidez, me di cuenta de la figura que debía pertenecer a un hombre muy alto
y estaba encima de mí. A oscuras.
Respiré profundo y
comencé a gritar.
–Mon dieu c’est moi,
¿dónde esta la luz en este cuarto? No veo nada de nada.
Me quede en silencio. Pero,
porque estaba en shock y apunto de pasar de un ataque de histeria a desmayarme.
–Tú. –Dije lentamente
recuperando de a poco mi voz pero debía ser una alucinación– Tú.
Paul encontró el
interruptor y encendió la luz. Me quede momentáneamente deslumbrada por la luz
y… al ver el rostro de Paul tan cerca del mío. Pestañee repetidas veces.
–Oui, yo tampoco creo
estar aquí. –Habló despacio.
Nos separamos al mismo
tiempo y comencé a caminar en dirección al baño, iba a refrescarme un momento,
si, eso iba a hacer. Abrí la llave del lavamanos y me moje una y otra vez las
muñecas y el cuello, el calor me estaba haciendo fatal, todos esos masajes con
piedras; algo me había pasado.
Porque no podía ser,
simplemente no podía ser. Me asegure de haber cerrado la puerta y comencé a
cambiarme la ropa por mi pijama de franela que tanto adoraba.
Volví como un zombi,
mire a todas partes y me metí en la cama.
Si, la visión había
sido producto de mi imaginación. No podía haber visto a Paul, me arroparía con
las mantas y luego dormiría, una noche de sueño y ya no vería más alucinaciones
locas. Todo esto se lo debía achacar al viaje, el transbordo, y eso no me había
ayudado a descansar, y si le agregamos la sesión de relajación en el spa del
centro de retiro. Si, eso era. El cansancio le hacía muchas cosas a una
persona, tal vez este era un tipo de jetlag.
Ahora todo tenía
sentido.
–Mon ange, me
preocupas, ¿estás bien? –Esa voz.
Me senté en la cama de
golpe.
– ¡Eres real! –Lo
acuse.
Paul se sentó en la
cama a mi lado. Me moví discretamente, y por eso digo que casi caí de la cama
del salto que di a un lado.
–Eres… real.
Paul me miro algo
preocupado– Mon ange…
Me tape los oídos– No
me digas así.
Paul me quito las
manos de los oídos– Emily, ¿qué haces aquí?
Me sonroje. Tenerlo
cerca me producía ese tipo de cosas– ¿Cómo supiste que estaba aquí?
–Heath me dijo que
estabas aquí y que querías verme, pero por tu reacción supongo que no es tan
así.
Mire nuestras manos
aun seguían unidas, cuando nos habíamos conocido había descubierto que con Paul
me encantaba el contacto de sus manos, no importando si solo era el breve
momento en que estrechábamos nuestras manos. Entre mis continuos divagues me di
cuenta de lo que Paul me estaba diciendo.
Maldito Heath, cuando
volviera a ver a mi querido cuñado ajustaríamos cuentas, si señor.
Separé nuestras manos
y me retire el cabello de la frente, debía parecer una loca con todo el pelo
suelto y sin crema para mantenerlo controlado, sabía que estaba actuando como
una loca pero no quería verme como una.
Me aclaré la garganta–
No, no te había llamado. Solo estoy aquí por un momento de relajo, me pareció
justo, después de estudiar tanto.
Paul me siguió mirando
en silencio un momento antes de ponerse a negar con la cabeza. Le pregunte con
la mirada pero él estaba pendiente de otra cosa.
De pronto Paul se
recostó a mi lado.
– Es tan raro verte
tan… –Tomo uno de los rizos que caían por mi espalda– Aun son lo más suave que
he tocado en mi vida.
Me tome el cabello y
comencé a trenzarlo– No se de que hablas y tu yo… ni siquiera deberías estar
aquí, después de todo fui solo una aventura mientras visitabas a Heath, ¿no?
Escondí mi mirada de
resentimiento mientras seguía pendiente en mi trabajo, movía los mechones de
cabello creando una larga trenza. El movimiento me pillo por sorpresa. Un
momento estaba trenzándome el cabello y al otro me encontraba debajo de Paul.
Sus ojos parecían arder como llamas color azul cuando nuestras miradas se
cruzaron. No supe que decir en esa situación.
–Tú y yo vamos a tener
una pequeña charla.
Me removí debajo de
él, pero deje de hacerlo al ver que su mirada se prendía en una parte debajo de
mi cara, mire en la misma dirección que él y me sonroje violentamente. Se me
había abierto la camisa de franela.
Me moví de nuevo, lo
único que logré es que se me abriera más la camisa, por lo que ahora le estaba
mostrando mi sujetador de color verde claro. Escondí mi cara en mi hombro, Paul
me hacía sentir tan vulnerable.
– Si te mueves podré…
Paul tomo mis manos y
me las coloco por encima de la cabeza– Nada.
Me quede callada al
tener su boca pegada a la mía.
Cerré los ojos al
sentir sus labios después de tanto tiempo. Habían pasado años y de pronto me
encontraba con alguien a quien solo había visto por una semana en total, pero
como dicen el cuerpo recuerda lo que la mente olvida. Y definitivamente mi
cuerpo había captado algo en nuestro anterior
encuentro que mi mente no logró saber que era.
Enrede mis dedos en su
cabello y disfrute la sensación de tenerlo cerca, de estar junto a él una vez
más.
Nos besamos durante
bastante rato, al separarnos sentía mis labios más llenos y ardían por la
fuerza del beso.
–Sobre la charla…
Paul me dio un breve
beso en los labios– Shh… Emily solo calla y déjame estar junto a ti. Solo una
vez más, como nunca antes hemos podido estar.
No supe lo que quería
decir. Hasta que Paul volvió a besarme, y esta vez abrí mi boca para recibir su
lengua. Sus manos se movían con destreza mientras me besaba, abriendo mi camisa
de franela y luego mi sujetador, así comenzó a desnudarme. Nunca moví una mano
para detenerlo, yo quería esto tanto como él.
Sus labios recorrieron
mi piel una y otra vez. Usando mis manos con destreza le quite la ropa que me
molestaba, hasta que al fin estuvimos ambos desnudos.
Paul se paro de
pronto. Estaba comenzando a besar y a lamer su torso, cuando me separó de él
suavemente.
–Emily, ¿quieres hacer
el amor conmigo? Necesito saberlo.
Estaba tan perdida
entre las caricias pero eso era algo que nunca pondría en duda, podría sentirme
algo arrepentida después pero sabía que ese sentimiento no dudaría por mucho
tiempo.
– Paul, por favor…
–Lo sé mi amor, pero
dime si…
–Si.
Paul volvió a
colocarse encima de mí, lo abrace con mis piernas y enrede de nuevo mis manos
en su cabello, y volvimos a besarnos.
–Solo quería saber
eso. –Su voz sonaba tan ronca.
Nos besamos de nuevo
como si en cualquier momento alguien pudiera arrebatarnos nuestro momento de
felicidad. Aunque eso tenía una parte de verdad, en cualquier momento la
burbuja que estábamos creando se rompería y nos dejaría tan vacios como
habíamos estado antes, o por lo menos como yo lo había estado.
Volví a perderme en el
momento actual cuando las manos de Paul se movieron abarcando mis pechos y
dedicándoles un tratamiento especial, me arquee para hacerle saber, sin
necesidad de separarnos, que me gustaba lo que estaba haciendo. Así, como
también me gusto cuando una de sus manos me toco en el centro de mi feminidad.
Me acarició casi con
reverencia, o por lo menos lo hizo hasta que esa parte de mí que había
permanecido dormida por dos años volvió a la vida. Tome su miembro con mi mano
derecha y lo apreté un poquito. Le sonreí con picardía cuando gimió.
Mi ninfómana interna
había vuelto.
Pero Paul no se quedo
atrás, por lo menos no lo hizo cuando enterró dos dedos en mi interior. Gemí
casi gritando, mientras sentía el mejor placer que podía haber sentido en toda
mi vida, le clave las uñas en su espalda y lo mordí en el hombro. Iba a dejarlo
marcado... él era mío.
–Mon ange… –Gimió a un
lado de mi cabeza.
Agarré su cabeza con
una mano y volví a besarlo con furia, necesitaba sentir su lengua contra la
mía. Con mi otra mano volví a tomar su miembro, y esta vez moví mi mano de
arriba abajo.
–Emily, deja de hacer
eso… –Paul hablaba con visible esfuerzo– Te necesito ahora.
Lo mire a los ojos; deseo.
Podía leer el deseo en esos ojos azules.
–Tómame, por favor
Paul.
Moví mis manos hasta
sus hombros. Paul por otra parte, abrió más mis piernas y se acomodo entre
ellas y luego se acomodo. Sabía que debía decirle algo pero no quería
detenerlo. Era casi hipnotizante el ver a Paul desnudo y con un brillo especial
en los ojos, se veía algo salvaje. Me gustaba.
Paul comenzó a
penetrarme y comencé a sentir la incomodidad. Paul debió de darse cuenta de que
algo pasaba porque después de un rato paró, me moví impaciente por más.
–Emily, sé sincera
conmigo, ¿eres…?
Sabía a lo que se
refería. Asentí lentamente.
–¿Cómo es posible? –La
sorpresa en su voz me llamo la atención.
–No quería hacerlo con
Mitch y a él no le agrado eso… por eso terminamos. –Esquive su mirada– Y con
Marcus, bueno no hubo química entre nosotros, por eso nunca llegamos a… esto.
–No te sonrojes mi
cielo, si quieres parar solo dímelo.
Me moví con cuidado,
pero me sentía algo incomoda– Paul, por favor quiero hacer esto contigo, no con
alguien más.
–Tendré cuidado mi
amor. –Me lleno de besos el rostro– No sabes lo que me estas dando, pero yo sí.
Voy a cuidarte.
–Lo sé. –le sonreí
para alentarlo, lo que si funcionó.
Con cuidado volvió a
lo que estaba, y me penetro de a poco. El dolor que sentí me hizo llorar, pero
Paul me consoló con besos hasta que el dolor pasó y comencé a sentir una ola de
calor en mi cuerpo que solo Paul pudo mitigar.
Hicimos el amor no una
ni dos veces, sino tres. Las primeras veces lo hicimos con cuidado por la
incomodidad pero la última vez lo hicimos como dos amantes desesperados el uno
por el otro, intentando saciar una sed que ninguno podía saciar. Al terminar la
última vez, Paul se había separado de mí dándome un beso y me había dejado
dormir entre sus brazos.
Por fin había sentido calor
en esa parte de mi pecho que siempre estaba fría. Sabía que debía hacer algo
porque el hombre que me abrazaba era mío. Aunque tuviera que luchar con uñas y
dientes no lo dejaría ir tan fácil.
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