martes, 17 de julio de 2012

No Wait: Capitulo IX



Entre al cuarto y casi choqué con la persona que estaba dentro.
Me detuve en el momento.
Tuve un pequeño rayo de lucidez al pensar en; ¿qué estaba haciendo una persona en mi habitación? Y, ¿por qué estaba en mi habitación a oscuras?
En mi rápido momento de lucidez, me di cuenta de la figura que debía pertenecer a un hombre muy alto y estaba encima de mí. A oscuras.
Respiré profundo y comencé a gritar.
–Mon dieu c’est moi, ¿dónde esta la luz en este cuarto? No veo nada de nada.
Me quede en silencio. Pero, porque estaba en shock y apunto de pasar de un ataque de histeria a desmayarme.
–Tú. –Dije lentamente recuperando de a poco mi voz pero debía ser una alucinación– Tú.
Paul encontró el interruptor y encendió la luz. Me quede momentáneamente deslumbrada por la luz y… al ver el rostro de Paul tan cerca del mío. Pestañee repetidas veces.
–Oui, yo tampoco creo estar aquí. –Habló despacio.
Nos separamos al mismo tiempo y comencé a caminar en dirección al baño, iba a refrescarme un momento, si, eso iba a hacer. Abrí la llave del lavamanos y me moje una y otra vez las muñecas y el cuello, el calor me estaba haciendo fatal, todos esos masajes con piedras; algo me había pasado.
Porque no podía ser, simplemente no podía ser. Me asegure de haber cerrado la puerta y comencé a cambiarme la ropa por mi pijama de franela que tanto adoraba.
Volví como un zombi, mire a todas partes y me metí en la cama.
Si, la visión había sido producto de mi imaginación. No podía haber visto a Paul, me arroparía con las mantas y luego dormiría, una noche de sueño y ya no vería más alucinaciones locas. Todo esto se lo debía achacar al viaje, el transbordo, y eso no me había ayudado a descansar, y si le agregamos la sesión de relajación en el spa del centro de retiro. Si, eso era. El cansancio le hacía muchas cosas a una persona, tal vez este era un tipo de jetlag.
Ahora todo tenía sentido.
–Mon ange, me preocupas, ¿estás bien? –Esa voz.
Me senté en la cama de golpe.
– ¡Eres real! –Lo acuse.
Paul se sentó en la cama a mi lado. Me moví discretamente, y por eso digo que casi caí de la cama del salto que di a un lado.
–Eres… real.
Paul me miro algo preocupado– Mon ange…
Me tape los oídos– No me digas así.
Paul me quito las manos de los oídos– Emily, ¿qué haces aquí?
Me sonroje. Tenerlo cerca me producía ese tipo de cosas– ¿Cómo supiste que estaba aquí?
–Heath me dijo que estabas aquí y que querías verme, pero por tu reacción supongo que no es tan así.
Mire nuestras manos aun seguían unidas, cuando nos habíamos conocido había descubierto que con Paul me encantaba el contacto de sus manos, no importando si solo era el breve momento en que estrechábamos nuestras manos. Entre mis continuos divagues me di cuenta de lo que Paul me estaba diciendo.
Maldito Heath, cuando volviera a ver a mi querido cuñado ajustaríamos cuentas, si señor.
Separé nuestras manos y me retire el cabello de la frente, debía parecer una loca con todo el pelo suelto y sin crema para mantenerlo controlado, sabía que estaba actuando como una loca pero no quería verme como una.
Me aclaré la garganta– No, no te había llamado. Solo estoy aquí por un momento de relajo, me pareció justo, después de estudiar tanto.
Paul me siguió mirando en silencio un momento antes de ponerse a negar con la cabeza. Le pregunte con la mirada pero él estaba pendiente de otra cosa.
De pronto Paul se recostó a mi lado.
– Es tan raro verte tan… –Tomo uno de los rizos que caían por mi espalda– Aun son lo más suave que he tocado en mi vida.
Me tome el cabello y comencé a trenzarlo– No se de que hablas y tu yo… ni siquiera deberías estar aquí, después de todo fui solo una aventura mientras visitabas a Heath, ¿no?
Escondí mi mirada de resentimiento mientras seguía pendiente en mi trabajo, movía los mechones de cabello creando una larga trenza. El movimiento me pillo por sorpresa. Un momento estaba trenzándome el cabello y al otro me encontraba debajo de Paul. Sus ojos parecían arder como llamas color azul cuando nuestras miradas se cruzaron. No supe que decir en esa situación.
–Tú y yo vamos a tener una pequeña charla.
Me removí debajo de él, pero deje de hacerlo al ver que su mirada se prendía en una parte debajo de mi cara, mire en la misma dirección que él y me sonroje violentamente. Se me había abierto la camisa de franela.
Me moví de nuevo, lo único que logré es que se me abriera más la camisa, por lo que ahora le estaba mostrando mi sujetador de color verde claro. Escondí mi cara en mi hombro, Paul me hacía sentir tan vulnerable.
– Si te mueves podré…
Paul tomo mis manos y me las coloco por encima de la cabeza– Nada.
Me quede callada al tener su boca pegada a la mía.
Cerré los ojos al sentir sus labios después de tanto tiempo. Habían pasado años y de pronto me encontraba con alguien a quien solo había visto por una semana en total, pero como dicen el cuerpo recuerda lo que la mente olvida. Y definitivamente mi cuerpo había captado algo en nuestro anterior  encuentro que mi mente no logró saber que era.
Enrede mis dedos en su cabello y disfrute la sensación de tenerlo cerca, de estar junto a él una vez más.
Nos besamos durante bastante rato, al separarnos sentía mis labios más llenos y ardían por la fuerza del beso.
–Sobre la charla…
Paul me dio un breve beso en los labios– Shh… Emily solo calla y déjame estar junto a ti. Solo una vez más, como nunca antes hemos podido estar.
No supe lo que quería decir. Hasta que Paul volvió a besarme, y esta vez abrí mi boca para recibir su lengua. Sus manos se movían con destreza mientras me besaba, abriendo mi camisa de franela y luego mi sujetador, así comenzó a desnudarme. Nunca moví una mano para detenerlo, yo quería esto tanto como él.
Sus labios recorrieron mi piel una y otra vez. Usando mis manos con destreza le quite la ropa que me molestaba, hasta que al fin estuvimos ambos desnudos.
Paul se paro de pronto. Estaba comenzando a besar y a lamer su torso, cuando me separó de él suavemente.
–Emily, ¿quieres hacer el amor conmigo? Necesito saberlo.
Estaba tan perdida entre las caricias pero eso era algo que nunca pondría en duda, podría sentirme algo arrepentida después pero sabía que ese sentimiento no dudaría por mucho tiempo.
– Paul, por favor…
–Lo sé mi amor, pero dime si…
–Si.
Paul volvió a colocarse encima de mí, lo abrace con mis piernas y enrede de nuevo mis manos en su cabello, y volvimos a besarnos.
–Solo quería saber eso. –Su voz sonaba tan ronca.
Nos besamos de nuevo como si en cualquier momento alguien pudiera arrebatarnos nuestro momento de felicidad. Aunque eso tenía una parte de verdad, en cualquier momento la burbuja que estábamos creando se rompería y nos dejaría tan vacios como habíamos estado antes, o por lo menos como yo lo había estado.
Volví a perderme en el momento actual cuando las manos de Paul se movieron abarcando mis pechos y dedicándoles un tratamiento especial, me arquee para hacerle saber, sin necesidad de separarnos, que me gustaba lo que estaba haciendo. Así, como también me gusto cuando una de sus manos me toco en el centro de mi feminidad.
Me acarició casi con reverencia, o por lo menos lo hizo hasta que esa parte de mí que había permanecido dormida por dos años volvió a la vida. Tome su miembro con mi mano derecha y lo apreté un poquito. Le sonreí con picardía cuando gimió.
Mi ninfómana interna había vuelto.
Pero Paul no se quedo atrás, por lo menos no lo hizo cuando enterró dos dedos en mi interior. Gemí casi gritando, mientras sentía el mejor placer que podía haber sentido en toda mi vida, le clave las uñas en su espalda y lo mordí en el hombro. Iba a dejarlo marcado... él era mío.
–Mon ange… –Gimió a un lado de mi cabeza.
Agarré su cabeza con una mano y volví a besarlo con furia, necesitaba sentir su lengua contra la mía. Con mi otra mano volví a tomar su miembro, y esta vez moví mi mano de arriba abajo.
–Emily, deja de hacer eso… –Paul hablaba con visible esfuerzo– Te necesito ahora.
Lo mire a los ojos; deseo. Podía leer el deseo en esos ojos azules.
–Tómame, por favor Paul.
Moví mis manos hasta sus hombros. Paul por otra parte, abrió más mis piernas y se acomodo entre ellas y luego se acomodo. Sabía que debía decirle algo pero no quería detenerlo. Era casi hipnotizante el ver a Paul desnudo y con un brillo especial en los ojos, se veía algo salvaje. Me gustaba.
Paul comenzó a penetrarme y comencé a sentir la incomodidad. Paul debió de darse cuenta de que algo pasaba porque después de un rato paró, me moví impaciente por más.
–Emily, sé sincera conmigo, ¿eres…?
Sabía a lo que se refería. Asentí lentamente.
–¿Cómo es posible? –La sorpresa en su voz me llamo la atención.
–No quería hacerlo con Mitch y a él no le agrado eso… por eso terminamos. –Esquive su mirada– Y con Marcus, bueno no hubo química entre nosotros, por eso nunca llegamos a… esto.
–No te sonrojes mi cielo, si quieres parar solo dímelo.
Me moví con cuidado, pero me sentía algo incomoda– Paul, por favor quiero hacer esto contigo, no con alguien más.
–Tendré cuidado mi amor. –Me lleno de besos el rostro– No sabes lo que me estas dando, pero yo sí. Voy a cuidarte.
–Lo sé. –le sonreí para alentarlo, lo que si funcionó.
Con cuidado volvió a lo que estaba, y me penetro de a poco. El dolor que sentí me hizo llorar, pero Paul me consoló con besos hasta que el dolor pasó y comencé a sentir una ola de calor en mi cuerpo que solo Paul pudo mitigar.
Hicimos el amor no una ni dos veces, sino tres. Las primeras veces lo hicimos con cuidado por la incomodidad pero la última vez lo hicimos como dos amantes desesperados el uno por el otro, intentando saciar una sed que ninguno podía saciar. Al terminar la última vez, Paul se había separado de mí dándome un beso y me había dejado dormir entre sus brazos.
Por fin había sentido calor en esa parte de mi pecho que siempre estaba fría. Sabía que debía hacer algo porque el hombre que me abrazaba era mío. Aunque tuviera que luchar con uñas y dientes no lo dejaría ir tan fácil.

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