miércoles, 5 de septiembre de 2012

No Wait!: Capitulo XXIII



–¡¿Embarazada?!!
Aparté el teléfono de mi oído– Deja de gritar.
–¿Qué deje de gritar? ¡Heath!!!
Escuche pasos del otro lado de la línea– ¿Qué pasa Zoe? No te alteres, no le hace bien a Heather.
Mire mi pancita, esperaba que Paul fuera así también cuando le llamara.
–Emily esta embarazada de Paul, –Lo siguiente que dijo fue con una voz que nunca le había escuchado; Fría– Tú amigo el idiota.
Por lo que eso no me sonó muy bien, nada bien.
Ella solía ser más compasiva con Paul, era su amiga, ¿qué le pasaba hoy? Había escuchado que las hormonas hacían estragos con una en el embarazo pero no pensaba que tanto, esperaba controlarlas mejor que ella.
–Oh, Dios mío. No puede ser. –Escuche los susurros y luego el teléfono cambio de manos– Emily, ¿estas segura?
Me sorprendió que ni siquiera me dijera “hola”, pero le seguí el hilo– Me hice unos test de embarazo y una prueba en el hospital, estoy muy segura. –Le dije sin sentirme muy bien, su tono de voz no me agradaba y comenzaba a asustarme.
–Emily, lo siento. –Su tono se estaba volviendo cada vez más penoso.
–¿Qué esta pasando?  No me agrada tu tono de voz, ¿por qué me dices que lo sientes? –Dije algo insegura– Me están asustando.
–Emily… Paul se casó hace una semana.
El teléfono se cayó de mis manos.

***
Entre en el cuarto de Emily sin llamar al entrar, últimamente se demoraba mucho en su cuarto y papá estaba preocupándose, sin más decir que, el abuelo estaba a punto de sufrir una pataleta si ella volvía a saltarse el desayuno.
–¡Em!! –No se veía por ninguna parte– ¿Estás en el baño?
Abrí la puerta y me encontré una escena desagradable, así que, cerré de inmediato la puerta.
–¡Lo siento! –Le grite– Creo que perdí las ganas de desayunar. –Termine para mi misma.
Emily tiró de la cadena del baño y luego escuche el agua del lavado correr– Discúlpame a mi, las nauseas aun no me dejan, probablemente no me abandonen hasta el final del embarazo.
La mire con atención cuando salió del baño; se veía débil y bastante pálida sin maquillaje. Mi mirada se quedo prendida de su pancita, por inercia alargue mi mano y se la froté.
–Pancita. –Le sonreí.
Ella me dio una pobre excusa de sonrisa, comenzaba a ser natural de ella y a mí, comenzaba a molestarme.
–Vale. –Me senté en su cama– Ponte ese vestido azul que te regalo el abuelo, te ves muy linda con él, ¿si? Por fis.
Emily miro el vestido dudando pero al final se lo colocó. Se veía hermosa, su piel parecía brillar en contraste con el azul del vestido, con cuidado se puso los zapatos bajos que iban a la par. Luego, vino la parte que siempre me sorprendía; con una mano tomo el lápiz de ojos y se los delineo, con la otra acerco las sombras y comenzó a maquillarse en serio usando los polvos y cremas. Para cuando terminó, la Emily pálida y débil se veía casi como la antigua Em, solo faltaba el brillo en su mirada.
Bajamos a desayunar cuando ya solo faltaba que bajara Sam, pero de eso sería pronto. Zack le había comprado varios despertadores y los colocaba en distintas partes todas las noches, hace una semana se había aburrido de la rutina de ir a despertar a Sam diciendo que no iba a seguir malcriando al “idiota”.
–Buenos días. –Les dije a papá y a mamá, los abuelos apenas y me prestaron atención, trate de no sentirme desplazada pero al fin y al cabo yo no tenía ni la mitad de líos que Emily.
Todavía recordaba la visita del tío Edward y de los gritos que había escuchado después entre él y el abuelo. Emily dejo de comer después de eso, pero al final su papá se había calmado y aceptaba que iba a tener otro nieto y eso es lo que era, aunque este no tuviera papá.
Aunque Emily seguía sin comer demasiado, más bien lo justo y lo necesario.
Un niño que aun no tenía nombre. Y eso comenzaba a preocuparme, se lo mencionaría a Emily pronto en una de sus cuantas lecciones para volverme señorita.
La abuela ya estaba a un lado de Emily, ella había estado en casa de sus padres cuando recibieron la noticia sobre que Emily estaba embarazada, de eso ya tres meses, al principio estaba consternada pero ahora se sentía sobreprotectora.
–¿Cómo amaneciste?
Emily se veía algo incomoda– Estoy bien, ahora me siento algo hambrienta.
–Siéntate cariño y tómate el jugo, tiene ácido fólico.
La vi sentarse con desgana a un lado de la abuela que ocupaba su asiento a un lado del abuelo, ambos estaban cooperando pasándose la comida y luego dándosela a Emily.
Tome asiento a su lado tratando de ignorar a mis hermanos que estaban en frente de mí, mirándome como si quisieran ahorcarme.
Los entendía un poquito.
Comí en silencio hasta que fue hora de ir al instituto y de buscar mi mochila.
Fui hasta mi cuarto corriendo y la tome sin colocármela, solo cuando estuve abajo me la colgué con algo de esfuerzo en el hombro.
–De nuevo llevas muchas cosas.
Me di la vuelta de inmediato, frente a mí estaba la razón del enojo de mis hermanos, nuestro primo Alex. Aunque era más bien un primo lejano, nieto del hermano menor del abuelo y aquí con motivos extraños que nadie sabía.
Bueno, yo y mis hermanos no sabíamos nada.
–Solo llevo mis libros.
Me sonrió de forma dulce– Dame tu mochila yo la llevaré, se ve que esta pesada.
Me sonroje– No-no gracias, en serio no esta pesada…
–Déjame ayudarte de todas formas. –Sin darme opción me quito la mochila y se la colgó en su hombro.
Lo mire apenada– ¿Por qué no desayunaste con nosotros?
Me volvió a sonreír, pero esta vez la sonrisa no llegó a sus ojos– Desayune en la cocina.
Le fruncí el ceño confundida– No entiendo porqué querrías comer allí.
Me tomo del mentón– ¿Sabías que haces un puchero cada vez que frunces el ceño? Es muy lindo me dan ganas de besarte.
Mis piernas no me querían sostener– Ahh…
Se separó de mí como si nada– Claro, eso haría si fueras mi hermanita menor, que por cierto hace eso mismo.
Lo mire molesta– ¿Qué edad tiene?
–Tres.
Iba a darle un golpe en el estomago pero aparecieron mis hermanos, ¡¿cómo me comparaba con una niña de tres años?!! ¡Me sacaba de quicio!
–No soy tu hermana baboso. –Le gruñí.
Él me miro como si no entendiera, lo que probablemente hacía.
–¿Qué diablos hacen ustedes solos? –Zack le quitó la mochila a Alex antes de que pudiera responderle la pregunta.
Alex se encogió de hombros– Nos encontramos de casualidad.
Sam se le acercó– Escuché algo de un beso.
Alex les sonrió– Ella estaba haciendo pucheros y le dije que mi hermanita hacía lo mismo y que solía besarla por lo adorable que se veía.
–Tú hermanita de tres años. –Agregué con resentimiento.
Zack me sonrió– No tenía idea de eso.
Sam me miro un buen rato– Yo si.
Cuando Sam sonrió supe que debía correr pero me abrazo antes y me dio un beso en la boca, me aparte de golpe.
¡Maldito!!
–¿Qué te pasa? –Le grite haciendo pausa para limpiarme la boca– Era mi primer beso.
Zack y Sam se estaban riendo– Es tan dulce. –Dijeron a la vez.
Me sonroje y tome de la mano a Alex y mi mochila del hombro de Zack.
–Sonrojada te ves muy bonita.
–Calla.
–Está bien, ¿sabías que antes las mujeres se piñizcaban las mejillas para hacer ese sonrojo?
Le apreté la mano– No me interesa, solo camina.
Escuche su risa– Me parece que solo me soportas por mi auto. –No haciendo caso de mi apretón– Dime algo, por favor.
Hace un par de semanas había venido un hombre que no había reconocido, tal vez porque nunca le había visto, pero tenía un sorprendente parecido a mi padre. Detrás de él había estado Alex con una cara no muy alegre. Ambos me habían llamado la atención ya que por esa casualidad yo había abierto la puerta antes que la sirvienta y... ambos altos del cabello rubio y ojos azules.
Claro que, de pronto me vi retirada de la puerta para darle paso a papá que no hizo más que abrazar al hombre mayor y de pronto me di cuenta de quien era; Tío Charles, quien estudió en el instituto y la universidad con papá, fueron los mejores amigos por muchos años pero por el trabajo de ambos no habían podido continuar con la amistad, aunque sabía por mamá que papá no perdía oportunidad para llamarle a tío Charles.
Poco después de una charla tío Charles se fue dejando a Alex con nosotros, a pesar de que encontramos a Alex un desconocido, papá solo lo abrazo y le indicó su cuarto sin decirnos qué hacía aquí. Dos días después llegó su auto y una gran maleta.
Comenzamos el segundo semestre de clases y él se unió a la mía, ya que tenemos la misma edad, él me lleva al instituto y todo pero nunca me dice porqué esta aquí o cómo se siente, pero ¿para qué querría saberlo?
Llegamos a su auto y me subí al asiento trasero.
–Conduce James.
Alex me cerró la puerta del auto, a pesar de sus comentarios él siempre era un caballero, sospechaba que era hijo único pero al decirme que tenía una hermanita… no tengo idea de quien es él.
–¿Tienes más hermanos? Digo, aparte de tu hermosa hermanita menor.
Alex me sonrió y esta vez la sonrisa llegó a sus ojos– Si, somos cuatro. Mi hermano mayor Adrian se encarga del centro de esquí, mi hermana Susan tiene una café en el pueblo, y luego estamos mi hermana gemela y yo.
Fruncí el ceño– Espera, nombraste a una hermana menor…
–Ella… –No me dio la cara cuando habló– Murió el mes pasado.
Sentí como si al auto le faltara el oxigeno y me sentí tragada por el ambiente. No podía creer que ese chico que parecía tan caballeroso, tan feliz y despreocupado… me di cuenta de que todo era una máscara.
Mire hacia la ventana cuando el auto comenzó a moverse, no quería que él viera mis lágrimas.
–¿Cómo crees que estará el día? –Me pregunto.
Mire el cielo despejado– No-no lo sé.
El auto se detuvo antes de llegar al instituto, antes de notar que pasaba la puerta de un lado se abrió y Alex se sentó a mi lado y me abrazo.
–¿Qué haces idiota? No me abraces.
Alex me miro y me beso en los labios despacio y luego se separó, no antes de depositar otro beso en mi frente.
–¿Ese es otro beso que le darías a una de tus hermanas? –Hablé sin pensar– Lo siento.
Él me sonrió– En realidad, de consuelo. No debes sentir pena por mí o mi familia, Elena estaba enferma desde que nació, solo era cuestión de tiempo para que muriera. Verás, sus pulmones eran débiles y todos sabíamos que éramos mezquinos haciéndola vivir de una manera que no era justa para ella. Hace un mes se cortó la electricidad en casa y se apagó su maquina de oxigeno, no pudimos llevarla a tiempo al hospital. –Tomo mi rostro entre sus manos– Por eso no estés triste, Elena ya no sufre más y sé que donde esta, ella está feliz.
Mi labio formo un puchero, quería llorar. Alex me sonrió y me beso, luego tomo mi labio y lo chupó. Cuando se alejó me sonroje muy fuerte.
–Ahh…
Alex sonreía encantado– Eso quería hacer antes, ¿vamos a clases ahora?
Asentí algo aturdida aun por sus cambios. Definitivamente, no iba a entender a este chico nunca.

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