viernes, 10 de agosto de 2012

No Wait!: Capitulo XVII



Tome el esmalte de uñas rojo, iba a ir a clases mañana y quería lucir algo decente, ya que definitivamente mi cara no estaba naturalmente bella ni el resto de mi cuerpo.
Había llegado hace una semana y solo hace tres días habían llegado Jane y Zackary. No tenía idea de a donde habían estado después de dejar Francia pero la gran diferencia que había entre ellos y yo era que yo no tenía ánimos para nada y ni siquiera me veía como alguien que había pasado unos días en París, en cambio ellos se veían radiantes y Zackary no dejaba de sonreír como idiota desde que llegó.
Con mucho cuidado pinte mi mano derecha, siempre se me escurría todo el esmalte. Y se me escurrió como siempre y por toda la mano cuando la puerta de mi cuarto se abrió de golpe.
–He dicho que se toca antes de entrar. –Dije mientras buscaba el quitaesmalte, ¿dónde lo puse?
–Me parece que esta a tu izquierda en la mesita de noche. –Mire al abuelo con sorpresa, desde que llegué me estaba evitando como si tuviera lepra– Hola cariño.
Con cuidado me quite el esmalte de la mano– Me alegra que estés aquí, y lo siento pero te confundí con Robin.
Me sonrió de forma tensa sentándose en la cama– Ya me di cuenta de eso, ¿cómo estás?
Me encogí de hombros– Bien, estoy tranquila y mañana tengo clases así que estaba preparándome. –Le mostré el esmalte.
No me perdí la cara escéptica del abuelo– Me agrada como te preparas, ¿por qué no pides las materias que te perdiste con tu salida? Eso sería mucho mejor que estar pintándote las uñas.
Me dolieron esas palabras– ¿Qué quieres decir? Solo dilo y sácatelo de encima de una vez, no me has estado evitando porque si.
–Bien, quería ir despacio pero tú lo pediste. –Me desprendí de mi trabajo y me centré en él– Me desilusionaste Emily, creí que serías distinta que tus primos pero te fuiste sin más, sin siquiera pensar en tus deberes, en la universidad. No pensaste en nada más que en ti misma.
Lo mire atónita– Pero yo…
–Tú comportamiento fue infantil, ¿piensas que puedo confiar en ti ahora? ¿Confiar que actuaras con madurez en una empresa internacional? Como puedo saber si en cualquier momento te sientes aburrida y te vas simplemente. –Su voz comenzaba a escucharse cada vez más fría. Me dolió– Es muy simple, ya no puedo.
–Lo siento abuelo. –Apenas pude hablar.
El abuelo estaba serio– ¿Nada más que decir? –Negué, no iba a decir nada más– Me desilusionaste a mi y a tú tío, pusimos nuestra confianza en ti y nos dejaste cuando debías estar en la oficina aprendiendo nuestro trabajo. –Negó con la cabeza– Sin decir que nos preocupaste, ¿no podías llamar?
Me sonroje– Zackary decía que hablaba con ustedes todos los días.
–Pero yo quería escucharte a ti, quería saber por tu boca que estabas bien y que ibas a volver pronto.
Me hundí en la cama– Lo siento abuelo, no tengo excusa para eso. Lo siento.
Antes muerta que decirle porque había viajado sin pensar en nada de lo que me había dicho él. Iba a creer me loca de remate si le decía que había ido a impedir una boda y que después el chico me había dado una sutil despedida, y que hasta ahora me había dejado tirada, no había llamado o enviado mensajes. Nada. Lo peor es que me sentía como una idiota al esperar una llamada después de que él me despidiera de esa forma tan fría.
–No puedo creerlo.
Lo mire a los ojos y me sentí triste de ver la desilusión en su rostro. Se me hizo un nudo en la garganta.
–¿Qué no puedes creer? –Le pregunte.
El abuelo se levanto de la cama– ¿Qué harías si te mando mañana de vuelta a tu casa?
–Abuelo no, no lo hagas… –Le supliqué.
Miro mis cosas que aun seguían en las maletas– Mañana te diré lo que haré, no deshagas las maletas.
Salió del cuarto y juro que se llevó todo el aire con él, además del calor. De inmediato comencé a pintar de nuevo mis uñas, necesitaba hacer algo normal y que no representara pensar, quería desconectar.
–Soy una tonta, el misterio es, ¿cuándo me volví de esta forma? –Me dije sollozando.
Aferrada a mi almohada me encontró Robin, quien entró de golpe, igual que había hecho el abuelo.
–Emily, ¿no bajas a cenar? –Me dijo sin prestarme atención, o por lo menos esa impresión me daba– El abuelo dice que tienes que bajar a comer, que nadie te puede subir la cena hoy.
Se acabaron las concesiones, me dije algo amargada con mi suerte.
–Ya voy, deja arreglarme para bajar. –Sin dejarle ver que había estado llorando fui a lavarme la cara y a tratar de pasar desapercibido mis ojos rojos con un medicamento– Ya estoy lista.
Mire a todos lados pero la puerta de mi cuarto estaba abierta y no había nadie cerca, Robin se había ido. Tenía que recordar enseñarle modales a esa niña.
–Aunque, si su maestra no puede, ¿qué puedo hacer yo?
Me dirigí rápidamente hasta el comedor, cuando entre estaba todo el mundo en la mesa, así que me dirigí a mi puesto pero estaba ocupado por Zack, quien me dio una mirada de disculpa, le hice un guiño y fui a sentarme al final de la mesa.
–Gracias, –Le dije a la sirvienta cuando coloco el plato de comida frente a mí.
–No me gusta que la gente llegue tarde a la mesa, no es educado y lo sabes muy bien Emily, que no se repita. –La frialdad en la voz del abuelo me sorprendió tanto que casi derramo el vaso de agua que estaba a punto de tomar.
–Lo siento.
El abuelo dejo el tenedor que había tomado y lo dejo en la mesa con cuidado excesivo– No quiero más disculpas, quiero acciones de tu parte. De ahora en adelante te comportarás, o simplemente vete a tú casa.
Tía ahogo un grito– ¿Qué esta diciendo suegro?
–Lo que ya oíste. –Observe como su mirada barrió a los demás en la mesa– Coman se enfría.
Todos hicieron lo que él demando, incluida yo. Que irónico porque ahora no me sentía particularmente incluida en la familia.
Me costó mucho trabajo tragar el pastel de carne y no pude comer el postre. Apenas pude levantarme de la mesa sin causar revuelo, lo hice. Fue cuando todos pasaban al salón por el café y el abuelo comenzaba a hablar de negocios con tío Zackary.
Subí las escaleras corriendo y me dirigí a mi cuarto. Mire las maletas y las vacié, y por un momento las contemple preguntándome si en verdad iba a hacer lo que creía, ¿irme de casa a esta hora? No, me corregí, era la casa del abuelo. Y al parecer si lo iba a hacer, tenía después de todo un departamento a mi nombre en la ciudad, tenía un auto y dinero. Me dije.
Que cobarde me había vuelto.
De todas formas seguí con lo que estaba haciendo. Me pare en frente del ropero y comencé a sacar ropa y luego fui por mis otras cosas, en el departamento también tenía ropa y artículos de aseo, así que solo me preocupe de colocar mis cuadernos y mi laptop. Una vez que estuve lista y lo había guardado todo salí de mi cuarto.
Llevaba mi mochila y mi maleta gigante con la que había llegado hace tiempo. Esta vez baje las escaleras con cuidado y pase de largo hasta la puerta del fondo que daba hasta el garaje.
Mi auto estaba aparte de los demás, por ningún mal motivo sino por el poco uso que le daba. Abrí una de las puertas y deje mi mochila descansando mientras abría el portamaletas y trataba de colocar mi maleta, pero ésta estaba más pesada de lo que creía en un principio.
–Las malditas rueditas me engañaron. –Me dije intentándolo de nuevo y fallando– Maldita sea.
–¿Te vas?
Me di la vuelta de golpe– ¿Qué haces aquí abuelo?
–Una de las sirvientas te vio pasar con una maleta, ¿a dónde vas? –Se veía enojado, y no sabía si eso era mejor que la frialdad.
Seguí intentando guardar la maleta– Me voy a mi departamento.
–Huyes, te escabulles cuando nadie te ve para que nadie te pueda decir que eres una cobarde. –Me dijo con dureza.
Mire la maleta y la patee. Estaba harta de todo, de que me trataran como una paria, que me dejaran de lado y ahora que me dijeran lo que comenzaba a pensar de mi misma. No necesitaba esto.
–Déjame en paz. –Saqué las llaves de mi bolsillo.
–Bien, vete. –Camino hasta mi puerta a medio cerrar– Pero no vuelvas, quiero que te vayas de aquí. Y no te preocupes por nada, le voy a llamar a tu padre en unos minutos para decirle tú decisión.
Mire el volante y comencé a sentirme claustrofóbica, el aire a mi alrededor comenzaba a faltarme. Comencé a llorar desesperada.
–¡Déjame en paz!
–Emily… –Sus manos me tomaron y me sacudieron pero comencé a dar manotazos– Emily, ¡Emily! ¿Qué pasa Emily?
–¡Me dejo! –Grite con lo que me quedaba de fuerza– ¡Me dejo! Ok, me dejo ir y ni siquiera me dijo si me amaba, si yo había sido algo para él más que la rubia que besaba el piso donde él pasaba.
Me quede en silencio después de eso hasta que volví a controlarme, lo que había sido gracias a que ya no tenía fuerzas para seguir.
–Emily, –El abuelo habló suavemente, como si temiera que volviera a perder el control– Ve arriba y duerme.
Negué– Me voy, no importa sino llevo la ropa, en mi mochila esta lo que necesito para asistir a clase mañana.
El abuelo me jalo fuera del auto, su mirada había cambiado por completo de la glacial a la más tierna. Eso me dio algo de escalofríos.
–Ve arriba Emily, mañana hablamos.
Me solté– No, tú no entiendes quiero estar lejos del mundo, lejos de todos. No te preocupes iré a clases, no volveré ha dejar tirada la universidad, pero ahora debo irme.
–¿Por qué cielo?
–¿Ahora soy cielo? Estoy harta de que todos esperen algo de mí, y estoy harta de dar a todos lo que quieren. –Le dije furiosa– Así que de ahora en adelante seré egoísta, solo pensaré en mí y en lo me conviene.
–Emily me preocupaste estos días y a los demás, no le dices nada a nadie, y hace días que estaba enojado por la preocupación que pase por tú culpa, temía que te hubiera pasado algo malo y que Zackary no me lo estuviera diciendo. –La preocupación era evidente en su voz, pero ya había escuchado mucho de él hoy– Y al parecer veo que si paso algo en ese viaje, ¿por qué te fuiste de esa manera? ¿Por qué mentiste sobre tú viaje? Y, ¿quién es él? Y, ¿qué paso?
Me metí en el auto– Te dije que iba a ser egoísta, y sabes, no se me da la gana contestar tus preguntas, me voy.
–Emily, no seas tonta y baja de ese auto, te puede pasar algo y te juro que no me lo perdonaría. Nunca me perdonaría que estás fueran nuestras últimas palabras.
Estaba ignorando cada una de sus palabras cuando me quito las llaves de las manos, quise decir algo pero él ya se estaba yendo hacía la puerta.
–Cuando pienses con racionalidad te las devolveré, vamos a descansar ¿Si?
No le respondí y espere sentada a que se fuera para no hablar con él, luego salí del auto con mi mochila, recogí mi maleta y la lleve dentro tomándome todo el tiempo del mundo en ello. No lo vi por ninguna parte, al igual que mis llaves. Me sentía un poco fastidiada por eso.
Me dirigí a mi cuarto, apenas abrí la puerta lance mi maleta dentro, con más cuidado deje mi mochila en el suelo y me puse el pijama. Me tendí en la cama pero Morfeo no estaba conmigo esta noche.
Por lo que dormir no fue posible y por la mañana no me sentía del mejor ánimo para nada, de igual forma me arme de un poco de energía y me levante lista para estudiar y soportar miradas y preguntas tontas en la universidad junto a invitaciones a fiestas que buscaban algo de mí. Más de mi vida, me dije con falsa felicidad.
–Hoy va a ser un día grandioso. –Le dije al espejo, solo que mi reflejo no mostraba alegría alguna.
Baje a desayunar y ya todos estaban comiendo, me parecía un deja vù, solo que esta vez por opción propia me senté al final de la mesa.
–¿No quieres sentarte aquí? –Me indico tío Zackary con una sonrisa conciliadora mi asiento de siempre.
Mire al abuelo que asintió levemente, señal que podía hacerlo. Negué y comencé a servirme algo para desayunar.
–Emily, ven aquí. –Me llamó el abuelo– Por favor.
Lo mire con cierta tristeza que logré apenas ocultar– Déjame en paz.
Sam me dio una mirada de sorpresa y miedo cuando se dirigió al abuelo.
–Em creo que, ¿por qué no vas y te sientas a su lado? No te importa donde te sientes, ¿verdad?
Mire a todo el mundo que parecía pendiente de que iba a decir, de pronto perdí el apetito– Con permiso, ya no tengo apetito.
Me levante de mi asiento y salí del comedor caminando lentamente, esta vez no huía, me dije al tomar mi mochila de la entrada del comedor, donde solía dejarla ya que al abuelo le molestaba que entráramos a comer con las mochilas. Seguí mi camino dirigiéndome a mi auto, después de todo lo que me había pasado por causa del insomnio recordé que tenía una llave de repuesto en la guantera con el lema; “Si te van a robar el auto, por lo menos que no te corten los cables para encenderlo.”No veía el motivo de arruinar un bello auto que bien podía o no recuperar en ese tipo de situación.
Encendí el auto sin problemas y salí de la casa rumbo a la universidad, pensando que tal vez no era mala idea volver a casa de mis padres después de todo.
Por lo menos allí no sentiría el vacio que comenzaba a sentir aquí. 
O, quizá ya no encajaba en ningún lugar.

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