martes, 13 de diciembre de 2011

Seis cosas imposibles


Esta mañana abrí los ojos y vi un arcoíris cruzar el techo de mi habitación. Sus colores relucieron dándole vida a lo impensado, a ese opaco color. Aunque sabía que era algo imposible ya que la luz tenía poco acceso en mi habitación, deje a un lado toda cordura y decidí creer en lo que podía ver y seguí mirando embelesada todos los colores que bailaban en este arcoíris de ensueño.
Con toda la emoción que me había dado el arcoíris, me levante de un salto de la cama y corrí al armario para buscar la ropa que hoy me pondría para ir al instituto, pero cuando abrí la puerta me encontré a un hada, lo supe porque se parecía a todo lo que había oído alguna vez a través de los cuentos, era de pequeña estatura y vestía de vivos colores, volaba por entre la ropa que estaba colgada de las perchas, dejando todo cubierto con el mismo brillo que cubría sus pequeñas alas. Mi asombro supero la incredulidad, y mi éxtasis supero a mi asombro, cuando el hada salió de mi armario, cogí de inmediato la ropa que brillaba más de entre las otras que se veían más oscuras, aunque estaban cubiertas con el brillo, y en cuanto me vestí con ellas me pareció que me quedaban mejor que en otros días.
Partí al baño a asearme con una sonrisa dibujada en el rostro. En cuanto abrí la puerta y oí una voz melodiosa que me recibía, envolviéndome y haciéndome moverme por el cuarto al mismo son.
Sentado sobre una pequeña banca cerca de la tina estaba un extraño ser, que apenas vi con detenimiento ya que su canto siguió envolviéndome hasta que lo seguí con atención, una melodía desconocida para mí y que era interpretada con gran emoción. Mientras más me movía su canto más se intensificaba y más seguía envolviéndome, hasta que de un momento a otro me vi trasladada a un prado de vivos colores, lleno de flores y de árboles que nunca había visto en mi vida. Aunque demasiado pronto para mi gusto la canción se cortó y me vi de vuelta en mi cuarto de baño. Me di la vuelta para ver con más detalle al poseedor de aquella hermosa voz que me había hechizado con esa extraña melodía que solo podía venir de los sueños de una musa. El extraño ser vestía de verde desde los pies a la cabeza, solo tenía una prenda de un color diferente, era una cinta de un vivo color rojo que adornaba su cintura, y tenía unas orejas puntiagudas como los elfos de los cuentos de hadas que me contaba mi madre cuando era pequeña, en cuanto llegue a comprender eso lo vi desaparecer ante mis ojos, como si en el momento en que lo reconocí hubiera sido suficiente para que se fuera. Por el vacio que su presencia había dejado decidí salir del cuarto porque ya no me sentía cómoda allí, sentía como si fuera un lugar extraño al que yo no pertenecía.
Di dos pasos fuera del cuarto, sentí un golpe y de pronto me vi en el piso, al parecer había chocado con algo, cuando alcé la vista me encontré mirando a los ojos a algo que no reconocí, me pare de inmediato y note que el ser era de baja estatura, pero no se parecía en nada al elfo que había visto solo hace un momento, debía de ser muy fuerte porque aunque choqué con él, no se había caído. Moví los labios para decir algo pero antes de que pudiera hablar, me ató una cinta en el cabello y me paso unos zapatos que nunca había visto en mi armario o debajo de mi cama.
Me los coloque como si fueran de cristal y como si en cualquier momento fueran a desaparecer. No lucían como nada que haya visto con anterioridad, quería saltar de la alegría pero también tenía miedo de hacerle algún daño a algo tan hermoso, que ni siquiera tenía palabras para describir, no podía decir que se pareciera a mis sandalias o a mis zapatillas de charol porque sería una mentira absurda.
Mire hacia donde había estado ese pequeño ser, pero ya se había ido al igual que lo había hecho el elfo, el hada y el arcoíris. Ni siquiera había podido darle las gracias, a ninguno, salí de mi cuarto dispuesta a bajar y mostrarle a mi madre lo que vestía y contarle lo que me había pasado en cuanto me levante, de inmediato busque casi por inercia mi reloj de pulsera pero no lo llevaba conmigo. Una sensación extraña me embargo ya que nunca me lo quitaba para nada, varias veces me había visto con el entrando a la ducha e incluso mis propios compañeros hacían bromas sobre que había nacido con el puesto. Toque mi muñeca con añoro, pero tal vez solo me lo había olvidado después de bañarme anoche.
Camine hacía las escaleras cuando una flor llamo mi atención, sabía que era un narciso pero no sabía que mi madre le gustarán estas flores que eran más conocidas por crecer cerca del agua.  Una vez cerca la flor se movió, di un salto hacia atrás ¿me había equivocado y era una carnívora?
      No me tengas miedo pequeña, – Mire hacia todos los lados sin comprender quien hablaba, – Soy yo el narciso quien te habla. – Como adivinando mis pensamiento.
      ¿Cómo? – Dije apenas en un susurro. El narciso se encogió un poco como si le avergonzara mi pregunta, me acerque e hice lo que había hecho con todo lo anterior, creí. Camine los pasos que nos separaban para pedirle disculpas por mi impertinencia y en ese momento el narciso se movió y me roció algo.
      Te hacía falta eso, ya solo queda una cosa más, –  Quise preguntarle a que se refería con eso último pero olí la manga de mi vestido y me quede prendada al perfume que el narciso me había regalado. Alcé la cabeza para agradecerle por su gesto, y como si todo esto fuera planeado el narciso ya no estaba en el lugar, ya no estaba simplemente.
Sin saber a qué se debía todo esto o por qué me sucedía todo esto a mí, seguí mi camino y baje las escaleras aun embelesada con todas las cosas maravillosas que me estaban pasando antes del desayuno. Corrí como nunca hasta el comedor pero antes de poder entrar me encontré con una figura que estaba parada en frente de la puerta, era un hombre de gran estatura, no parecía un personaje de cuento, él se dio la vuelta en cuanto me quede parada, me regalo una sonrisa como nunca las había visto, quizá porque era sincera, me le acerque para saber que se le ofrecía ya que se veía como una persona normal como yo.
        Nadie me ha tachado nunca de normal, – Me detuve, ¿había hablado en voz alta? – No era necesario, ya te podía escuchar.
Sin saber que hacer me quede de pie frente a él, si gritaba tal vez mi madre o mi padre vendrían y me ayudarían, pero ¿qué tal si no? Mientras cavilaba él se acerco a mí.
        Te puedo escuchar porque soy un ángel, – Negué firmemente con la cabeza, eso era más que imposible, – Has creído en cinco cosas imposibles antes de mi aparición, ¿por qué no ésta, que la hace diferente?
        Que es más imposible que las demás, todos creemos que los cuentos de hadas son reales de cierto modo, pero un ángel… es imposible.
        No, no lo es, y me encantaría demostrártelo con más delicadeza pero ya es hora, te has quedado demasiado tiempo, ya debemos irnos.
        ¿A dónde? – Y como si algo dentro de mí lo supiera, él me tomo de la mano y me llevo a través del pasillo.
         Ya no perteneces aquí. – Las lágrimas corrían por mis mejillas, ya lo recordaba… – Ya no volverás a bajar las escaleras esperando encontrar a alguien que nunca volverás a ver, a veces la verdad nos duele, pero es mejor a una mentira. Ya estas lista para partir y dejar esta casa que te ha retenido desde que moriste dormida en tu cuarto; soñando con despertar y ver lo mágico que sería un mundo de fantasía.
Y con esas palabras desplego sus alas, y cargándome entre sus brazos me llevo más arriba de las nubes donde el sol reinaba en todo su esplendor.

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