lunes, 18 de noviembre de 2013

DEA


Hoy iba a morir.
No había duda que me había llegado la hora, era algo inevitable y lamentaba que en estas condiciones pero mi cuerpo ya no se movía de la misma manera que lo había hecho hace un mes, el no comer y beber agua como debía me pasaba la cuenta, además de las horas expuesta al frío y comenzaba a sentirme cada vez más y más cansada.
Me senté en el lugar de siempre esperando que ésta fuera la noche en que ya no despertaría más. Algunas semanas antes había estado al borde de la muerte pero me encontré con unas almas caritativas, que Dios las guardara en su reino porque no me hicieron ningún favor alargando mi miserable existencia. No es que no les agradeciera su ayuda, eran voluntarios en un centro de ayuda para mujeres y eso es lo que ellos hacen; salvar a indigentes como yo. Pero alargar mi miseria no me hacía sentirme muy agradecida con ellos en realidad, sino más bien molesta en que se atrevieran a robarme de los brazos de la muerte que ya estaba bastante próxima.

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