Mire el papel, pero si hace un par de días estaba tan animada, bueno eso se lo debía a la salida con Robin. Lo había necesitado después de todas esas citas con los doctores que me había pedido el abuelo.
Eso había sido
memorable, tirada en la piscina comencé a recordar ese día.
~Maldito día.
–¿Cómo estás ahora?
–Me pregunto el abuelo, ya en el auto.
Estaba de muchas
formas enojada, nerviosa y algo antipática, decidí resumir– Molesta.
–Eso es bueno. –Lucía
feliz, muy feliz.
–No lo es. –Canté– Tengo
una cita, y voy tarde gracias a ti y tus múltiples citas al médico.
–Llámale a tu cita y
dile que ya vamos.
Me quede horrorizada–
Supongo que no nos vas a acompañar, porque es una cita de chicas.
Me dio un rápido
vistazo– Y ¿qué van a hacer?
Le sonreí con malicia–
Voy a hacer sufrir a esa niña.
El instituto de Robin
era un instituto para chicos ricos, se veía la opulencia desde lejos.
–Debes de estar
bromeando. ¿No les dijeron que el estilo gótico murió hace tiempo?
La risa del abuelo me
dijo que estaba de acuerdo– Es el mejor instituto y además esta de acuerdo con
los estándares de seguridad que se le exigen por los niños que vienen a este
colegio. Niños como tu prima Robin.
–Bien, ahora dime un
pro que una chica de la edad de Rob entienda para aceptar un colegio como este.
–No es obligatorio
usar uniforme.
Eso me lo decía todo–
Lo acepto.
–Que bien, deberías
llamarle a Robin y deja de llamarla Rob, a Zackary no le agrada que la llames
como si fuera un chico.
Apoye mi brazo en la
puerta del auto– Si es mi culpa decirle así, entonces es más su culpa ponerle
nombre de chico.
–Era el nombre de la
madre de tú tía Zara que falleció antes de nacer Robin.
–Ya entendí, historia
triste. –No necesitaba más historias que me hicieran llorar, mi vida de por sí
empezaba a ser una historia triste. Saqué mi móvil y marqué el número de Robin.
–¿Aló? –Me quede
helada.
Corté y volví a marcar
el número de Robin– ¿Robin?
–Esta en gimnasia.
–Dijo el mismo chico que me había contestado antes.
–Ok. –Volví a cortar.
Mire por el rabillo del ojo al abuelo– ¿Dónde esta el gimnasio?
El abuelo se
estacionó– Ves la puerta principal del edificio, ¿cierto? Sigues el pasillo al
fondo y vas a ver el gimnasio, otra maravilla del arte gótico del lugar. Te va
a encantar.
Me reí de su ironía–
Gracias, de aquí nos iremos en taxi, descuida.
El abuelo se mantuvo
en su lugar– Las esperaré y luego las llevaré a donde tengan que ir, después me
iré.
Rodee los ojos– Esta
bien, ya vuelvo.
Salí del auto y camine
hacia la entrada, para tener todos los elementos de seguridad necesarios, este
colegio no parecía tener guardia ni nadie que tomara la identificación de las
personas. Seguí el camino sin ver ni oír a nadie, camine hasta el final del
pasillo y salí a un patio que se veía muy ameno, incluso tenían una pileta con
forma de ángel. Cuando levante la mirada, supe porque el abuelo era tan irónico
con el gimnasio, era grotesco con sus vitrales, ¿por qué había vitrales en un
gimnasio? ¿Quién rayos había hecho esa cosa?
Las puertas estaban a
un costado por lo que no me fue difícil dirigirme hasta allá, al entrar me
encontré con una escena que no me gusto nada.
–Dame mi móvil, por
favor. –Robin saltaba para alcanzar su teléfono que lanzaban de un lado para
otro unos chicos– ¡Por favor! Alguien me llamo y quiero saber quien, por favor.
–Primero dame un beso
y luego te lo doy. –Dijo uno reteniendo el móvil en alto– ¿Un trato?
Robin intento
agarrarlo y el chico la abrazo– Me encantan tus curvas rubita.
–¡Suéltame! No me
agradas.
El chico bajo su
cabeza– Dame un besito.
–¡Suelta a mi prima
imbécil! –Grite– ¿Te gusta aterrorizar chicas? Inténtalo conmigo si te atreves.
El chico se me acerco
después de soltar a Robin– Nos estábamos divirtiendo, nada más.
Cuando estuvo a un
metro de mí lancé una patada frontal conectando con su cara, antes de hiciera
algo más me acerque y le di un rodillazo en el estómago sacándole el aire y
rematando con un golpe en el cuello. Nadie se metía con mi prima, era como
lanzarle piedras a un gatito.
–¿Alguien más que
quiera meterse con mi prima? –Les pregunte a los otros tres chicos.
Los tres me miraron y
estaban por acercárseme cuando me puse en guardia. Algo que había aprendido de
entre todas las cosas desde mi llegada a casa del abuelo era a defenderme, eso
se lo debía a Marcus que ya era cinturón negro segundo Dan, por lo que estaba
calificado para enseñar, según él. Y había sido un buen maestro.
–Voy a sacarle los
dientes al primero que se me acerque. –Le di otra patada al que ya estaba en el
piso.
Robin recogió su móvil
del suelo, donde había caído hace un rato, y corrió hasta mí– Em, vámonos por
favor.
La agarre de un brazo–
Si alguien nos sigue, me encargaré de que su vida se haga miserable.
Robin comenzó a retroceder–
Vámonos.
Uno de los chicos que
estaba sentado lejos del resto se levanto y me sonrió de forma desagradable– Entendemos.
–Miro a Robin de forma distinta que no pude reconocer, de ninguna parte sacó
una mochila y se la mostró a Robin– Nos vemos el lunes dulce Robin.
Robin se sonrojo
cuando fue a tomar su mochila– Si.
Lo mire con odio–
Atrévete a acercártele y te mato.
Esta vez cuando agarré
a Robin la arrastre conmigo fuera de ese grotesco lugar. Una vez fuera la
enfrente.
–Como es eso de “nos
vemos dulce Robin” y eso de “si”. ¿Qué les pasa a esos tipos? –Comencé a
levantar la voz con cada palabra– Dime.
Robin se sonrojo– Él
no es tan malo y siempre los para cuando cree que los chicos se exceden
molestando, no soy la única a la que molestan esos chicos de último año. –Le
sostuve la mirada hasta que bajo la cabeza– Bueno, soy la única de mi salón a
la que molestan pero sé que pronto se van a aburrir.
–No lo creo si sigues
actuando de esa forma, debes dejarles las cosas claras. –Le dije, lamentando un
poco que mi voz sonara tan dura.
Me sentí mal por ella
al verla tan hundida en la vergüenza.
–Vamos, tenemos una
cita. –Suspire– Y el abuelo nos esta esperando.
–¿Cómo te fue en el
médico?
La abrace al verla tan
preocupada– Me dieron una dieta, después en la ginecóloga me hicieron una
revisión…
–¿Por qué estuviste en
la ginecóloga?
–Porque es probable
que vayas a ser tía. –No pude evitar hablar con sinceridad sobre lo que en
verdad pensaba de mi situación con ella, al ver genuina preocupación en esos
ojos azules, no creía que alguien se pudiera negar.
¿Cómo tenían esos
chicos corazón para maltratarla?
Eran unos imbéciles.
–Emily…
–No digas nada, vamos
a ir de compras tú y yo. –Le sonreí para alentarla– ¿Te gusta la idea?
Su cara me decía todo,
una mueca de disgusto y el ceño fruncido. No, no le agradaban las compras.
–Te va a encantar.
Salimos sin darnos
cuenta al estacionamiento.
El abuelo estaba
hablando con un joven o eso me pareció hasta que me acerqué y vi que era un
caballero de mediana edad.
–Buenas tardes.
–Buenas tardes
profesor. –Dijo Robin a mi lado.
El hombre le sonrió
amistosamente– ¿Escondiéndote de nuevo en el gimnasio Stonel?
Ella se sonrojo– No,
no señor.
–Le decía a tú abuelo
que sueles hacer eso cuando te toca la clase de historia. –Continuo el hombre
sin hacer caso de Robin– Aun no descubro cual es la conexión pero ya lo sabré,
descuide. –Terminó diciéndole al abuelo.
Robin miro al abuelo–
No, es que…
–Hablaremos en casa
con tú padre. –La voz del abuelo hacía saber que esa decisión era rotunda–
Ahora tienes otras cosas que hacer.
Diez minutos después
estábamos en el centro comercial, el abuelo nos había dejado por nuestra cuenta
diciendo que tenía cosas que hacer, con eso había tranquilizado a Robin. Poco
después de irse Robin me había mirado suplicante pero apreté mi bolso contra mí
y la agarre del brazo. No se iba a librar de eso con la mirada de perrito
suplicante.
–Si me vas a comprar
vestidos, te aviso desde ya que no me quedan bien, mamá piensa que ningún color
me favorece…
–Calla y sígueme niña.
No has visto a tú prima en acción como para juzgar.
–Oye, ¿quién te enseño
a pegar de esa forma? –Su carita mostró por fin interés.
Le sonreí con
suficiencia– Me enseñó Marcus, a él le di mi primera patada frontal y ahora que
lo pienso me siento muy bien de habérsela dado.
–Que mala eres. –Robin
me sonrió– Que tal si, vamos a comprar y después me enseñas a golpear como tú.
Le revolví el cabello,
ella tenía el mismo cabello que yo, el mismo color de ojos pero debía aceptar
algo, ella era bajita y muy bella a pesar que no se podía distinguir su figura
debajo de toda esa ropa que era una talla más grande que ella misma.
–Es un trato.
–¡Genial! –No tenía
previsto que se iba a poner a bailar a mi alrededor– ¡Emily me va a enseñar a
patear idiotas!
–Para la cancioncita,
me marea. Ahora vamos a comprar ropa. –Le dije parando su baile.
–¡Si!! –Gritó.
Entramos a una tienda y
comencé mi tarea.
–Bien, veo que te
gusta esa ropa.
–Si.
–Bien, bien, mantendré
tu estilo, lo prometo.
La arrastre por toda
la tienda sacando ropa de las perchas y estantes. Jean, camisetas y diferentes
camisas de cuadros, esta vez del tipo que usaría una chica de su edad.
Luego de escogida la
ropa la arrastre a otra tienda. Dado a la alergia de Robin por las tiendas
tenía que tomarla del brazo y a veces empujarla dentro de un tienda a otra en
especial cuando llegamos a la última y no menos importante, una tienda
exclusiva de ropa interior.
–Ya tengo ropa
interior en casa. –Rezongó Robin.
La mire de arriba abajo–
Voy a dejarte muy linda, pero quiero que te sientas especial por dentro
también. –Robin me miro con confusión– Debajo de la ropa también importa y ya
que estamos aquí, podrías comprarte unos pijamas, yo haré lo mismo.
Después de todo, Zoey
me había pegado su afición por Victoria Secret.
–No voy a entrar ahí.
La mire con
suspicacia– Debería decirle a Sam y Zack que su hermanita pequeña la molestan
los mayores, ¿si o no?
Robin negó– Aunque de
todas formas se lo vas a decir.
–Tienes razón, ahora
entra y sin quejarte. –Le dije con mi mejor voz de mando, si había podido
arrastrar a Zoey conmigo varias veces, esta niña no tenía oportunidad con ella.
–Esta bien, pero
tendrás que enseñarme de verdad a pelear.
–Por supuesto, eso lo
haría aun si no me lo pidieras. –Después de haber visto a esos tipos, estaba
dispuesta a darle un arma si era necesario.
Entramos a la tienda y
me asegure de buscarle las prendas que eran adecuadas para ella y encontré un
pijama que me recordaba mucho al que había tenido Zoey hace años y con el que
Heath aun estaba loco. Cuando se habían casado, le compró tres del mismo modelo
pero de distinto color.
Sorprendentemente
cuando Robin lo vio se enamoro de él, por mi bien, esperaba que nadie la viera
con el pijama o iban a matarme.
Llamé al abuelo al
poco salir de la tienda de lencería y me paré en la tienda de bebés, mientras
esperaba que el abuelo contestará el teléfono me puse a mirar la ropita de bebé
y los juguetes.
–¿Aló?
Casi tiro el teléfono
cuando el abuelo contesto– Hola abuelo, ya terminamos ¿puedes venir por
nosotras? Tenemos demasiadas bolsas que llevar.
–¿Lograste que
comprara algo?
Quise sentirme
ofendida por su incredulidad pero me negué a estarlo.
–Claro, te estaremos
esperando. Llámame cuando llegues.
–Eso me esta sonando a
una orden.
–¿Te gustan tus nietas
no? Ahora es la hora de mimarlas. Te estaré esperando.
–Bueno, nos vemos en
unos diez minutos. –Me dijo– ¡Mandona!
Mire a Robin que
estaba tratando de ver lo que llevaba en una bolsa, le di un toquecito y le
indiqué la tienda de bebés.
–Necesito algo de ahí.
Robin me sonrió y me
quito las bolsas que estaba cargando– Te estaré esperando.
–Gracias.
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