–No lo puedo recordar
muy bien, he sentido muchas nauseas estos días y fui al baño, recuerdo... –Mire
a los chicos que ya estaban colocando caras de asco.
La enfermera saco un
termómetro de su bata– ¿Fue al baño y qué?
Comencé a recordar mi
día.
Me había sentido mal
toda la semana, no solo emocionalmente sino físicamente, aun no sabía el motivo
y comenzaba a asustarme. Llame a Jane en cuando me desperté, hoy no me fui a la
universidad como los últimos dos días por la misma razón, los mareos se habían
vuelto demasiado para mí. No sabía a quien acudir, y no quería volver a casa
del abuelo así que la siguiente en mi lista era Jane.
Después del almuerzo
había decidido arreglarme para esperar a Jane con una mejor cara de la que
había lucido estos días y casi lo había logrado, en Jeans, camiseta rosa y una
chomba de lana roja, pero me la había quitado al comenzar a sentir calor, poco
después vinieron las nauseas y corrí al baño cuando me di cuenta de que iba a
vomitar en serio. Después nada.
–Vomite, recuerdo
levantarme y eso es todo. –Me levanto el brazo y puso el termómetro por debajo
de mi camiseta.
–Perdió el
conocimiento cuando se levanto, es normal, debió sentirse débil. ¿Vive sola? –Asentí–
No debe estarlo ahora, ¿tiene a alguien que pueda cuidarla?
–Nosotros. –Dijo Zack.
La enfermera le dio
una mirada de indecisión– Me refería a alguien de su familia pero de más edad,
como sus padres.
–No, estoy sola.
–Seguí diciendo.
–Mentira, nuestra
familia vive aquí, el abuelo quiere que vuelvas a casa y allí te podemos cuidar
todos, mis padres también viven en la casa por si eso la convence señorita.
–Eso estaría bien. –Respondió
más segura la enfermera.
Negué rotundamente– No
voy a volver, ya esta decidido. No hay de que preocuparse, ya me he desmayado
antes y no es nada riesgoso, en verdad nunca antes me había pasado esto.
La enfermera me dio la
espalda– Pueden llevársela, pero preferiría que su abuelo o su padre señor, viniera
por ella. –Cuando me miro quise poder dar un paso atrás por la dureza que veía
en esos ojos– La siguiente vez que se desmaye podría hacerlo bajando unas
escaleras o quizá en frente de una estufa, piénselo.
Asentí.
Ok, eso era muy feo de
imaginar.
–Le llamaré al abuelo
ahora mismo. –Dijo Zack ya con el móvil en el oído y saliendo del cuarto.
Mire a Jane
suplicante– ¿Si te quedas conmigo unos días? ¿No te gustaría vivir conmigo?
–Imposible, tu casa
apenas y tiene lugar para ti, yo no tendría lugar allí ni para mis zapatos. Es
mejor que vayas con él, –Luego me dio una mirada extraña– A menos que quieras
ir conmigo a casa de mis padres, ya sabes como es papá y también Marcus. Estoy
segura que el abuelo y también querrá estar allí para cuidarte.
No tuve que pensar
demasiado entendí de inmediato mi situación. Ellos me catalogarían como
Damisela en apuros y nunca saldría de allí. Y en especial si el abuelo Jason
llegaba a enterarse, se enojaría con el abuelo Alfred y me encerraría en su
casa, eso sería mucho peor que tío Mark y Marcus.
–Ok. Ganaron. –Les
dije enojada.
La enfermera asintió
satisfecha– Iré por el doctor para que le de otra inspección y el alta.
Zack entró– Viene de
inmediato junto a papá, por si te interesa están muy preocupados por ti.
–Gracias. –Le dije con
sarcasmo.
–De nada, –Me dijo
feliz consigo mismo, se notaba– Estarán aquí en unos minutos.
–No entiendes el
sarcasmo, ¿cierto?
Negó– Viniendo de ti,
lo evito.
Jane me dio una
sonrisa conciliadora– Es lo mejor para ti.
Espere a que el doctor
me revisara, era un viejito bastante gracioso. Tenía el pelo desordenado y casi
parecía Einstein, me tomo la temperatura y me receto vitaminas, además de decir
que debía ir al nutricionista.
–Gracias, me lo
pensaré.
–No, usted jovencita
va a ir. –Me dio la espalda, estaba sintiéndome bastante extraña, todos me
daban la espalda– Mañana vengan y pidan una hora para ella, necesita una dieta,
esta en los huesos.
No pude evitar mirarme
por todos lados, creía que me veía bien y al parecer estaba equivocada.
–Peso sesenta y un
kilos, estoy bien. –Les dije a todos.
–¿Cuánto mide? –Me
pregunto el doctor que ya no me parecía chistoso.
–Uno setenta y algo.
–Negó con la cabeza– ¿Qué?
Me dio la espalda– Que
venga mañana mismo, temprano sería ideal. Estas chicas de ahora creen que verse
en los huesos es lo ideal.
Estaba a punto de
gritar– No me de la espalda, me irrita.
Siguió haciéndolo– ¿Es
normal que tenga cambios de humor?
Zack se rió un poco
antes de hablar– Casi nunca.
El viejito me observo
atentamente y me hizo una seña para que me acercara, acerco su boca a mi oído–
Compre unos test de embarazo, le recomiendo que compre tres de diferentes
marcas.
Enrojecí– ¿Usted cree…?
–Si, lo creo. –Me dijo
con la misma voz seria con la que había estado hablando. Era un viejito
imperturbable.
–Está bien, lo haré.
–Dije ocultando la mirada de los demás.
Me dio el alta y mire
la receta, menos mal no había anotado los test de embarazo, reconocía que tenía
algo de tacto aquel viejecito.
Esperamos otro buen
rato hasta que llegó el abuelo con tío Zackary, apenas y pude mirar al abuelo,
no tenía muchas ganas de hablar con él, por lo menos aun no.
–Vamos a casa ya firme
los papeles, ¿cómo te encuentras? –Había preocupación genuina en su voz, por
eso no pude evitar responder con sin resentimientos.
–Bien, solo algo
débil. –Me toqué el lado derecho de mi cabeza, me dolía– Aun duele algo el
golpe.
–¿Qué golpe? –Dijo el
abuelo.
Mire a Zack, se
encogió de hombros– Le dije que te habías desmayado y que estabas en el
hospital, nada más.
Mire al abuelo– Me caí
en el baño y me golpee la cabeza en el suelo de cerámica, por eso el chichón.
Me miro con
suspicacia– Y, ¿por qué el desmayo? ¿Embarazo?
Me sonroje, el viejito
chasqueo los dedos– ¿Hay alguien más que pueda cuidar de la niña?
–Mis padres. –Dijo
Jane automáticamente, sin importarle las miradas de odio del abuelo.
El viejito asintió–
Genial, llámalos querida.
–¿Qué? –Gruñó el
abuelo Alfred– Yo vine por ella.
El viejito hizo una
mueca– Mi paciente necesita que la cuiden, no que la hagan rabiar y que la
manden de vuelta aquí por tensión alta.
–¿Por qué tendría la
tensión alta? –Pregunte asustada.
El doctor me dio unas
palmaditas– Tranquila querida, ahora es mejor que vayas a descansar. –Le dio
una mirada dura al abuelo– Cuídela. –Su mirada se poso en mí– Hija procura
tomar tus vitaminas y déjame escribirte en la receta un calmante para el dolor,
no va a ser muy fuerte, no quiero que te haga daño.
Espere a que me diera
la receta y me despedí del ancianito, al final no era tan malo.
Me subí al auto del
abuelo, tío Zack me dio una mirada de preocupación al subirse en el asiento del
conductor, el abuelo me miro de una forma que no pude describir.
–¿Te sientes mejor?
–Me pregunto tío– ¿Necesitas algo?
–Quiero comer algo, una
hamburguesa con papas fritas estaría bien y necesito mis vitaminas. –Me acomode
en el asiento– Tengo sueño.
–Eso es mucho para ti.
–Me dijo tío Zack.
–Emily no te duermas
aun. –Me dijo el abuelo– Dame la receta y la compraré.
Recordé los test de
embarazo– Es mejor que yo compre mi receta.
–¿Por qué?
–Preguntaron los dos a la vez.
Mire a ambos– No
quiero contestar.
El abuelo se puso a
refunfuñar sobre nietas desagradecidas, y tío me miro feo, casi diciendo que
debía hacerlo si o si. Los ignore.
Llegamos a una
farmacia y… no llevaba nada para pagar. Mire a ambos sonriendo con dulzura.
–Alguien tiene dinero,
no tengo nada en los bolsillos.
Tío se rió de mí– De
eso ya me había dado cuenta hace rato.
Le di un golpe suave en
la nariz– Las chicas que se desmayan no piensan en que si llevan dinero antes
de caer al piso inconscientes.
–Pues deberían
hacerlo. –Tío se acariciaba la nariz mientras hablaba– Sería práctico.
El abuelo se bajo del
auto y tuve que seguirlo.
Mire la receta, y
pensé en lo que tenía que comprar. Sentí algo de vergüenza al pensar en que él
iba a enterarse de lo que iba a comprar.
–Busca lo que
necesites y lo pagaré.
Asentí, y corrí hasta
la joven que atendía– Necesito esto. –Le pase la receta y hable más bajito– Y
necesito, tres pruebas de embarazo.
La chica asintió–
Diferente marca.
El abuelo estaba
mirando en la sección de perfumes, me le acerqué y saqué uno de mujer que me
gustaba mucho, si tía me viera se horrorizaría en que no me lo comprara en una
perfumería elegante.
–Quiero este, ¿puedo? –El
abuelo asintió y tomo otro– ¿Crees que a la abuela le gustaría?
–No, pero me gusta que
lleves un perfume diferente cada vez. –Sonaba mucho más tranquilo.
–Gracias abuelo.
Al poco rato tenía
todo en una bolsita mientras el abuelo pagaba.
–¿Llevas algún secreto
allí? –Me dijo con interés poco disimulado.
Mire la bolsa–
Necesito algo de jugo para tomar los calmantes.
–Está bien, no me
digas nada.
Lo mire apesadumbrada–
Lo siento abuelo, pero pienso que te puedes enojar y no quiero más de eso, ya
agote mi cuenta. –Le di un abrazo corto– Y ya estábamos mucho mejor.
–Está bien. –Dijo– No
quieres hablar conmigo ahora pero esperaré, ¿o no?
–No puedo. Estoy
exhausta y solo pienso que tal vez tú idea de volver a casa es la mejor opción.
Terminaré el semestre y continuaré allá mis estudios, –Lo tome de la mano– Papá
estará encantado con la idea, estoy segura.
El abuelo asintió–
Mañana lo decidiremos.
Asentí– Lo que quieras.
Al final tío tenía una
botella de agua mineral en su guantera, me tome los medicamentos, y todo se
puso borroso después.
Estaba acostada,
estaba tan calentito y me sentía muy cómoda.
Pero… ¿Cómo llegué
aquí?
Me levante con
cuidado, mi cabeza aun reclamaba por el golpe. Mira hacia todos lados y me encontré
con que estaba en mi cuarto, de nuevo en casa del abuelo. Busque por todos
lados mi reloj pero lo único que encontré encima de mi mesita de noche eran los
medicamentos con un vaso de agua y una sobre otra las cajitas de los test de
embarazo, ¿quién había estado aquí?
De nuevo me ataco el
hambre, me sentía algo débil. Caminé en seguida hacía la cocina, con mucho
cuidado baje las escaleras, temía por los mareos y las advertencias de la
enfermera. Llegué a la cocina y sentí unas ganas tremendas de una tortilla de
huevo. Saqué un bol y huevos y me puse a trabajar.
Mientras freía mi
tortilla me di cuenta de que había un reloj sobre una encimera, después de todo
eran las seis de la mañana, los calmantes habían hecho bien su trabajo después
de todo.
Preparé algo de té y
me serví en una encimera, por alguna razón en todo el proceso no había encendido
ninguna luz en la cocina, creo que fue por eso que casi le di un susto de
muerte a la cocinera.
–¿Qué hace aquí?
Le sonreí a la señora,
era bajita y rellenita. Por alguna razón me daba confianza con tan solo verla.
–Tenía hambre.
La señora paso por mi
lado aun agitada– Será mejor que le prepare algo de comer entonces.
–Ya me prepare una
tortilla de huevo.
La cocinera se
sorprendió al ver que era verdad, el bol aun seguía en el mismo lugar. Cuando
me dio la cara estaba sonriendo.
–Es bueno ver a un
Stonel autosuficiente. –Se rió– Pero no se lo diga a mis jefes.
Le sonreí encantada–
Le aseguro que no se lo diré a nadie, aunque Zackary sabe hacer un par de
cosas.
Bufó– Yo le enseñe las
cosas fáciles, pero fracase hace mucho tiempo al tratar de enseñarle platos
elaborados. –Tomo el bol y lo puso en el lavavajilla – ¿Quiere algo más?
Pensé un momento– ¿Sabes
si hay hamburguesas?
Me sonrió– El pan esta
en un estante y el resto esta en el refrigerador.
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