–¿Estás bien? –Le
pregunte a Jane no por primera vez durante el día.
Jane me miro con
expresión de disculpa– Siento arrastrarte a esto pero después de encontrar la
radio de Marcus entre las ramas de ese árbol, me siento inquieta.
Negué con firmeza– Sé
que es difícil para ti ésta situación así que déjame acompañarte a donde sea
que vayas.
Asintió– Me siento
feliz de que me acompañes, no podría hacer esto sin ti. –Se aclaró la garganta
tratando de ocultar las lágrimas que había visto un momento antes de que
apartara la mirada.
–¿A dónde vamos?
–Pregunte interesado, por la ruta que estábamos tomando.
–Vamos a la única parte
donde las cámaras no ven, donde están completamente ciegas.
La mire sorprendido–
¿Hay un lugar así?
–Si, es un punto donde
bajan… ciertos agentes de papá. Nadie debe saber que están… –Cuando me miro el
brillo de diversión de sus ojos se había apagado un poco– Te contaré quienes
son pero quiero que entiendas que solo lo hago porque has visto cosas que nadie
tiene permitido ver.
Sabía que se refería a
la operación que había visto, y sobre todo a ella manejando un arma de fuego
que no debería tener una compañía de seguridad cualquiera.
Suspiró– Son agentes
que se supone deben estar muertos.
La mire sin darle
crédito– ¿Cómo…? ¿Qué diablos hace tu familia?
–Seguimos con la
profesión de la familia y… digamos que una parte del trabajo la hicimos legal.
–Dijo algo avergonzada mientras seguíamos nuestro camino– Nos dedicamos a
seguridad pero también hay una buena cantidad de mercenarios que se dedican a
rescatar personas importantes o eso.
–¿O eso? –Me sentía
bastante impresionado– Dime que no has participado de esas… actividades. –No
sabía como llamar a lo que hacían.
Negó rápidamente– No,
claro que no. Papá no me dejaría hacer nada de eso, apenas y me deja participar
en los trabajos de seguridad. Pero Marcus si ha participado en misiones de
rescate, por lo menos desde los dieciocho.
No paraba de
sorprenderme, ¿cómo podía lidiar Marcus con eso? Yo desde hace años que me
dedicaba a mi vida estudiantil, no hacía nada más hasta las vacaciones cuando
debía integrarme al personal del hotel, y solo ahora había entrado a trabajar
con el abuelo pero nunca algo tan arriesgado como una misión en la que podía o
no volver a casa.
–Si por mí fuera, tú
nunca arriesgarías tu vida así. –Le dije con firmeza.
Jane me sonrió y luego
indicó un claro más adelante– Es ahí, deberíamos encontrar a alguien en el
refugio que está ahí. –Iba a preguntarle dónde estaba el refugio porque no veía
nada adelante pero ella continuó hablando– Esta detrás de esos matorrales.
Mire de nuevo y un
tipo salió de entre las malezas, o mejor dicho abrió una puerta cubierta de
malezas.
–¿Hermosa qué haces
aquí? –Su acento era tan grave que no sabía ubicar de donde era pero eso era lo
de menos, lo que no me agradaba era que trataba a mi mujer de “hermosa”.
Me pare en frente de
él pero sólo sonrió y siguió hasta Jane, quién le tendió la mano.
–¿Cómo estás Rashid?
–La voz de Jane era sobria casi sin emoción, lo que me tranquilizó de una
manera extraña.
Él por otra parte
continuó sonriendo– Ahora, bien. ¿Qué te trae por aquí?
–¿Has visto a mi
hermano? –Me acerqué a Jane y la tome de la cintura cuando formulo la pregunta–
Dime que lo has visto.
Ante todo pronóstico
el tipo asintió de manera solemne.
–Si, me esta haciendo
un favor personal. –Dijo de manera enigmática.
Me aclare la garganta–
¿Algo urgente?
–De suma urgencia. Él
helicóptero partió hace mucho así que… ¿puedo ayudarlos en algo más? –Nos
pregunto con una cortesía helada.
Jane se mordió el
labio antes de hablar, parecía frustrada y eso me molestaba de sobremanera– ¿Te
dio alguna orden antes de partir?
Rashid pareció meditar
durante mucho tiempo su respuesta– Él no me da ordenes pero me dijo que abriera
una puerta del subterráneo en cuanto se fuera, pero no me agrada entrar a la
casa así que le dije a Freud que lo hiciera, aunque no pude recordar cual era
la puerta. Supongo que lo hizo.
Jane y yo compartimos
una mirada de comprensión, después de todo Marcus no era un inconsciente por
completo.
Jane le frunció el
ceño– Debiste hacerlo tu mismo.
El tipo se encogió de
hombros– No quise, parecía algo alterado cuando me dijo que aceptaba hacerme
ese favor si era largarse de su casa por bastante tiempo.
Me encogí por dentro,
si Marcus era tan parecido a su hermana era obvio que no querría estar cerca de
la persona de la que estaba enamorado, si esta estaba con otra persona. Irse
probablemente le pareció la respuesta a sus problemas, lamentaba que pensara
así y que no le dijera a nadie a donde iba.
–¿No te dijo nada más?
–Pregunté abrazando a Jane, que parecía congelada en su sitio– ¿Algo para su
familia?
Se encogió de hombros–
No, supongo que se contactará cuando llegue.
–¿A dónde fue? –Jane
estaba comenzando a enojarse.
–Ni idea. –Dijo eso
divertido por algo que solo él sabía, luego se dio la vuelta y se fue caminando
lentamente.
Jane me miro a los
ojos y sentí que algo dentro de ella se movía con inquietud, la abrace más
fuerte tratando de darle fuerzas.
–Estará bien, quizás
ya llamó a casa para decir donde está.
Jane sonrió– Si,
tienes razón. Volvamos a casa.
–¡Edward! ¡Edward!
Hazme caso. –Seguí ignorándola mientras que seguía mi camino hasta la sala de
estar– ¡Deja de ignorarme!
–Te dije que no
subieras al auto porque debía hacer esto sólo pero seguiste adelante.
–¿Desde cuándo debo
hacerte caso?
Le sonreí, llevábamos
tanto de casados y ella seguía peleando como una niña. Me encantaba– Desde que
nos casamos pero nunca prestaste atención a nuestros votos matrimoniales.
Sentí unos golpes en
el piso, esta haciendo una rabieta– Dime a dónde vas, ¡ahora!
Me di la vuelta en un
segundo haciendo que se golpeara contra mi pecho, me traía recuerdos hacer eso
en casa de mis padres.
–¡Auch! Me dolió
Edward. –La abrace para que no se moviera– No me vas a convencer con caricias.
–No trato de influirte
pero debo hacer esto solo porque la intimidación contigo a mi lado no funciona.
–¿Intimidación? –El
desconcierto en su voz era tan adorable que le robe un beso mientras unía los cabos
sueltos– ¡Dios, Edward! Vas a hacerle una visita al padre de Paul. Voy contigo.
Negué– No, tú te vas a
quedar con Emily y Paul, y vas a cuidar que nada les pase.
Me frunció el ceño– No
me vas a dejar de lado, vamos a ir los dos.
La aparte un poco de
mí manteniendo mis manos en sus pequeños hombros– En realidad voy a ir con la
otra persona que tiene tan mal genio como yo, mi padre. ¿Ves? Estoy haciendo
cosas con papá, ¿no es grandioso? –me di la vuelta para seguir en la búsqueda
de mi padre, debía haber estado en su despacho pero no, el viejo tenía días
libres según Zack.
–Edward Stonel si te
vas sin mi te haré la vida miserable.
La voz helada solo la
había escuchado unas pocas veces y eso no me agradaba, la mire con seriedad
tratando de que entendiera al ver mi cara que no me iba a cambiar de opinión
pero lo que vi cambio mi punto de vista. Volvía a sentirme como la vez que tuve
que pararla para que no golpeara a un tipo que le había dicho raro a Ed, o la
vez que le había roto la nariz a un imbécil que había dicho que yo era un
abogado corrupto. Era la sobreprotección personificada.
–Estas hablando de la
felicidad de mi hija Edward y voy a protegerla, así como voy a proteger a los
niños que he adoptado como míos. Amo a Heath por hacer feliz a Zoey cada día de
su vida y por darnos una nieta y lo defendería en una situación difícil. –Tomó
aire tratando de calmarse antes de seguir– Y adoro a Paul porque es un chico
fuerte y porque es a quien nuestra hija eligió como su pareja, además hay otra
razón, voy a decirles unas cuantas cosas a esas personas que engendraron a ese
niño y cuando acabe con ellos juro por mi nombre que nunca jamás se van a
acercar a Paul sin pedirme permiso antes.
Ante semejante
confesión solo pude asentir de orgullo, Paul no tenía ni idea que ya había sido
adoptado dentro del núcleo familiar y menos que se había ganado a una suegra de
miedo.
–Bueno, vamos juntos
si eso quieres.
Asintió muy segura de
sí misma– Voy a sacarle los ojos al que se atreva a decir algo que no me guste.
Me reí– Y Emily cree
que el carácter que tiene lo heredo de mí, juró que nunca te ha visto de esta
forma.
Me frunció el ceño– Me
prometí hace mucho tiempo que no volvería a dejar que nada les pasara a los
niños después de ese… desafortunado incidente, que sería más fuerte para
ayudarte a defenderlos.
Asentí comprendiendo a
lo que se refería, a mí tampoco me gustaba recordar ese incidente y en el fondo
estaba feliz de que Emily no recordara nada de ello, solo tenía dos años cuando
la secuestraron en frente de los ojos de Sheney mientras iba a buscarla al
jardín de infantes después de sus clases de moda. Un momento estaba cruzando la
calle y al otro momento estaba viendo como su hija era llevada por un extraño
que la había recogido, un extraño al que las encargadas del jardín le habían
entregado con demasiada facilidad la hija de otras personas. – Después de averiguaciones
habíamos descubierto que estaban involucradas con el secuestro.
No culpaba a Sheney por
haberse vuelto histérica mientras unos policías incompetentes se rehusaban a
buscar a nuestra pequeñita, porque según ellos había más niños perdidos que estaban
en lista de espera, y esos eran la prioridad. Era la única vez que había
buscado ayuda dentro de la familia Evans, una ayuda que no dudo en llegar al
par de horas de ser pedida y con la suerte y la experiencia de algunos hombres
a nuestro lado habíamos encontrado a Emily un día después. De ahí venía el
trauma de Emily a las peleas porque solo ella había visto lo que su papá podía
hacer por ella, algo que no me agradaba recordar más que el secuestro.
Me sentí incómodo de
inmediato al siquiera recordar de una forma tan resumida y fría la forma en
como me había sentido destrozado por mi pequeña y por mi esposa tan joven y
vulnerable que se culpaba por algo que no era su culpa ni su fallo.
Suspiré pesado
tratando de alivianar la tensión que sentía– Eso está en el pasado, lo que paso
fue por nuestra imprudencia y nuestra juventud, ¿no nos volvimos más cautelosos
después de eso? –Le pregunte tratando de devolverla al presente porque sabía
que ella tenía los mismos recuerdos que yo.
–Si, deje de estudiar
diseño de modas para estar con ella en todo momento, nunca más pude confiar en
un jardín de niños. –Dijo algo débil.
Tome su mano– Yo
tampoco, pero ahora nuestros niños están bien. Emily pronto estará casada y
tendrá un niño, Zoey está casada con un hombre que mataría por ella y por su
bebé y Edward vive con ellos mientras termina la escuela y puede reunirse con
nosotros. Todos están bien.
Sheney sonrió– Cuando
terminemos con esto creo que solo nos quedará fastidiar a Edward hasta que se
case.
–Si es como su padre,
tendrás que ir acostumbrando a Kate porque será ella la que nos dará nietos que
mantengan vivo mi apellido. –Le sonreí encantado por su sonrojo, recordando que
desde siempre habíamos estado enamorados el uno del otro, a pesar de las peleas
que habíamos tenido cuando niños.
–Sería bonito, ahora
terminemos esto y solucionemos los problemas de Paul. –Agregó con una pequeña
sonrisa que también era algo pensativa.
Asentí de nuevo para
cambiar de tema– Vamos a hacer esto y después tendrás tiempo de organizar una
boda por todo lo alto.
Sheney sonrió aun más–
¿En la capilla en la que nos casamos?, ¿recuerdas nuestra promesa de amor?
–Sería un imbécil de
primera si olvidara ese día, ¿no crees?
–Puede ser. –Asintió
con esa gracia única con la que impregnaba cada movimiento que hacia.
–Vamos a buscar a mi
padre y luego deberíamos organizar nuestro viaje, no me gusta llegar poco
preparado a ningún lado.
Sheney me miro
desconfiando– Solo necesitamos saber donde viven e ir de visita y obligarlos a
desistir de mantener esa desagradable unión que tiene Paul con esa niña rica.
Casi solté una
carcajada porque en definición ella era una niña rica y mimada hasta los
huesos. Solo había tenido un período de tiempo en el que había vivido con otro
estatus social, pero lo deje pasar más por miedo a que se enojara que a hacerla
avergonzar.
–Edward Stonel, vi esa
sonrisa. Sabes que no soy una niña mimada, mi padre no me lo dio todo.
Ahora en ese punto, me
reí– Tu padre te compraba lo que deseabas en cuanto salía de tu boca, te compró
una casa de tamaño real para que jugaras con tus amigas, el poni que tanto te
gustaba a los cinco y recuerdo bien todos y cada uno de los vestidos que te
compró cuando eras una niña, nunca repetiste un vestido y…
–Mi papá nunca te
quiso como marido para mí, dijo que serías un mal marido que nunca encontrarías
trabajo pero yo dije que te amaba y que no me separaría de ti y él comenzó a
buscarme novio en respuesta a esa pelea. –La mire transmitiéndole que sabía eso
muy bien, así que continuó– Nunca quiso que aprendiera a conducir porque dijo
que sería molesto para mí, por lo que nunca tuve auto. Nunca me regalo las
cosas que yo quería para mi cumpleaños, lo que fue frustrante cada vez que
abría regalos y aparecían vestidos y más vestidos, y hubo una vez que quería
aprender a jugar básquetbol y necesitaba ropa deportiva y una pelota, me dijo
rotundamente que no al igual que mi madre y muchas otras cosas más que jamás
pude hacer porque no eran femeninas.
–Ahora veo que me
utilizaste mujer. –Sheney me sonrió conforme, porque yo le había enseñado todo
lo que su padre le había negado, además de darle regalos patéticos según su
padre, como la vez que le había regalado una pelota de playa, ella nunca había
ido a una antes de eso.
–No te utilice, te amo y no
haría eso. –Y yo lo sabía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario