El brazo de papá me
rodeaba con fuerza, por lo que me quede disfrutando de la sensación de calidez
que transmitía.
–¿Estás despierta?
–Asentí– ¿Vas a comer hoy?
Me había llevado un
susto de muerte cuando me habían despertado la noche anterior.
Mis padres habían llegado
por la noche a verme…
–¿Qué hacen aquí
ustedes dos? –Les pregunte con miedo de lo que me podrían responder.
Mamá miro a papá– Yo
le dije a mis padres y a los tuyos, ahora te toca Em.
Papá me abrazo– Cuando
lo pones de esa forma… Em, mira mamá y yo estamos aquí porque no nos parece
justo que estés sola en esta situación.
Iba a saltar de
felicidad pero…
–No estoy sola, los
abuelos están conmigo y también mis tíos y primos… –Dije sin dirigirle la
mirada a ninguno– En esta situación.
Papá me tiró un mechón
de cabello– No me lo estas poniendo fácil, verás no es justo que te dejemos
sola siendo tus padres, te amamos y ya amamos a este pequeñín que tienes aquí.
–Su mano cayó en mi pancita.
–¿Por qué no llamaban?
¿A caso es divertido dar sustos así? Tratarme así… –Dije sollozando.
Papá me abrazo
mientras mamá me acariciaba el cabello y me hablaba con suavidad– Ya bebé,
calma. No quisimos llamar porque nuestra idea es… bastante imprudente.
–Necesito nuevos
horizontes. –Dijo papá contra mi pelo– Pero eso lo hablaremos mañana.
–Si, ahora debes
comer.
–No quiero, solo
quiero dormir. –Dije enojada porque me despertaran y apenas quisieran saber de
mi bebé– Por cierto mi bebé esta sano y ya le he comprado un montón de cosas,
gracias.
Papá hizo una mueca–
Cariño, no te sientas enojada…
–No estoy enojada,
estoy herida de que apenas quieran hablar conmigo, después que me despertaran
llegan así y nada más, ni explicaciones ni disculpas.
Mamá estaba triste, se
veía en sus ojos– Cariño, no es que no nos preocupes sino que es tarde y nos preocupo
que no comieras, y tú abuelo Alfred dijo que te saltas las comidas muy
seguido...
– No importa, solo
quiero dormir. –Baje la cabeza desanimada.
Papá dejo que me
acurrucara en mi cama– Bien, pero no vas a dormir sola hoy, no quiero que digas
que estas sola cuando tus padres están aquí.
Me sentí animada pero
luego recordé todos esos momentos de silencio, cada vez que los recordaba me
entristecía.
–No gracias.
–No te lo estaba
pidiendo, voy por mi pijama.
Minutos después volvió
con su pijama, mamá también se había retirado con un tenue “hasta mañana” pero
no volvió.
–¿Qué paso con mamá?
Papá se encogió de
hombros y se metió en mi cama.
–Es hora de dormir,
así que ven aquí pequeñita.
Me acosté de mala gana
pero lo hice, y así es como desperté sintiendo la calidez de mi papá después de
mucho tiempo.
–Y bien, ¿vas a comer?
–Conocía ese tono de voz, me estaba queriendo decir que o baja a comer por las
buenas o lo hacía por las malas.
Me levante lentamente
de la cama, era un truco que había aprendido a la mala para que el mareo
matutino no viniera tan fuerte.
–Ya voy, no te
preocupes que si me dedico a comer, solo que tengo mis propios horarios.
Papá me frunció el
ceño– El viejo dijo que apenas y comías, incluso me dijo que siempre tenía que
mandar a Robin a buscarte.
Seguí mi camino hacia
el baño– Eso no es así, ella siempre viene por su cuenta y es porque ella es
así de adorable.
Papá no dijo más pero
escuche la puerta abrirse, así que di por hecho que se había retirado. Me tome
mi tiempo para arreglarme, demorándome un poco al maquillarme. Aun no sabía
porqué mis padres estaban aquí, no me creía para nada que ellos estuvieran solo
por mí.
–¡Emily!! Tus padres
están aquí, es increíble. –Mire a Robin al salir del baño, estaba rebosante en alegría.
Le sonreí, no quería
arruinar su felicidad pero…– Lo sé, papá se vino a dormir conmigo hoy.
Robin se encogió de
hombros, pero algo pareció dejarla pensando sobre algo.
–Papá nunca ha dormido
conmigo…
Tome mi bolso, el cual
estaba tirado en el piso a un lado de mi cama, lo revise y cuando supe que todo
lo que necesitaba estaba allí le hice una seña a Robin. La pobre parecía que
estaba pensando hacer algo sobre su relación con su padre, esperaba que así
fuera ya que no se veían muy unidos y eso no era bueno para una niña tan dulce
como ella.
–Tal vez deberías
decírselo.
–No sé, ayer me dijo
unas cosas raras y lo dejamos así. Pero me alegraría que no me llamara tanto la
atención que quizás apreciara algo de lo que hago. –La tristeza que emanaban
sus palabras podía afectarme hasta mí.
Puse mi mano en mi
estómago. Te juró que no te dejaré solo bebé y que nunca te reprocharé… por lo
menos no más de lo necesario. Le dije a mi pequeñín.
–Deberías hablar más
con tus padres…
Robin pegó un
chillido– No puedo hablar mucho con ellos, en especial con mamá. Ella quería
una niña adorable y a la que pudiera vestir con vestidos con muchos vuelos,
maquillarla y con la que salir de compras. En cambio, obtuvo una niña que
escalaba árboles, golpeaba a niños más grandes que ella cuando iba al jardín de
niños y que detestaba los vestidos, bueno aun odio “esos” vestidos. No,
definitivamente no creo que deba hablar demasiado con ella pero quiero hablar
más con papá.
–Algo es algo, –Le di
mi apoyo a través de un breve abrazo– Ahora vamos a desayunar, a propósito
¿cómo supiste que mis padres estaban en la casa?
Casi pude sentirla
dudar– Bueno… entre al cuarto de Alex y me encontré Adrian, él ya sabía que tus
papas estaban aquí.
Aun no conocía al
hermano de Alex, esperaba que fuera como él, quien era un chico bastante dulce,
apropiado para Robin. Su hermano no debería estar tan lejos, ¿no?
–Quiero conocer al
hermano de Alex, ¿cómo es? De seguro se parece mucho a tío…
Robin me jalo de la
manga del suéter que me había puesto– No te equivoques, ese tipo tiene un aura
oscura y por alguna razón le desagrado terriblemente, y no me digas que es mi
imaginación porque siempre me frunce el ceño.
Ahora me sentía
curiosa con esa información– Eso… no es bueno.
Bajamos las escaleras como
todos los días, en la bajada estaba un tipo alto y de cabello negro. Mire a
Robin y ella estaba frunciendo el ceño de manera atemorizante.
–¿Es él? –Le pregunte.
–Buenos días, ¿quién
eres?
Mire hacia abajo y me
acerque lentamente– Me parece que no nos conocemos, –Le tendí mi mano derecha–
Soy Emily Stonel, hija de Edward Stonel. A propósito, era yo quien debía
preguntar, no tú.
Él me sonrió. Si,
definitivamente era un Stonel no solo por sus ojos azules sino que, a pesar de
su cabello oscuro y su tez un poco más broncínea y toda esa barba podía brindar
una sonrisa que derretía.
–Soy Adrian Stonel y
mi abuelo fue quien le dio nombre a tu padre, un gusto conocerte y espero que
me disculpes por mi malhumor.
–Te disculparé solo si
me dices la razón de tu malhumor. –Adrian miro a Robin y luego se dio la
vuelta– Esta bien, te disculpo.
–Gracias. –Me dijo–
Viviré.
Robin se turnaba para
mirarnos– Ella esta embarazada, no deberías molestarla.
Adrian bufo– Mi esposa
aguanto muy bien mi humor cuando estuvo embarazada de mis trillizos, créeme
cuando te digo que las embarazadas no son para nada débiles y lo peor es
tratarlas como si fueran de papel.
Esposa, esposo… igual…
compañero. Me sentí hundir en un vacio, ¿sería más fácil con compañía?
–Estuviste siempre
ahí, ¿cuando ella estaba embarazada?
Adrian me frunció el
ceño– Por supuesto, eran mis hijos los que esperaba, no iba a dejarla tirada
como si no valiera nada.
Asentí– Así es más
fácil… –Pensé en voz alta, pero Adrian me estaba prestando toda su atención
–¿Dónde esta tu
esposo? –Me pregunto con desinterés.
–¿Esposo? –Se me fue
el aire con esa pregunta– Quiero llorar…
Adrian se preocupo– Oh
Dios mío, ¿las hormonas? ¿De cuánto estás?
Robin se puso a toser
de forma compulsiva– Deberíamos ir a comer, el abuelo y tus padres se van a
poner nerviosos y probablemente se enojen y todo…
Estaba sintiendo que
el vacio se abría a mis pies, pero con el cambio de tema de Robin, ese vacio se
cerró.
–¿Comiste?
Adrian asintió– Si,
desayune con mi hermano. Ahora lo estaba esperando para seguir conversando.
Robin se quejo– ¿Por
qué?
–No te importa. –Le
dijo Adrian.
Bien, esa era mi
señal. Agarre a Robin del brazo y le hice una seña a Adrian.
–Nos vemos luego, me
interesa conocer esa parte de la familia y también sobre donde vives y muchas
cosas más. –Le hice unas señas pero él solo respondió con una sonrisa.
Definitivamente odiaba
a Robin por alguna razón y no la quería cerca de su hermano, todo eso de hablar
y hablar tenía un fin. Después de todo era un Stonel, no debía de moverse sin
un motivo.
–Me odio, vi esa
mirada que me dio. Pero, ¿por qué hablan tanto?
Corrí prácticamente al
comedor– No lo sé pero déjalo, que no te moleste porque ya se irá pronto.
Robin suspiró– Si,
tienes razón es mejor que no me moleste con él por nada.
–Eso es, esa es la
actitud.
Era mejor que no la
molestara con mis ideas, porque podía equivocarme y eso no sería bueno.
–Oye, ¿son gritos los
que escucho?
Me pare y puse
atención. Eran gritos que se escuchaban desde lejos, apenas y lograba escuchar
algo pero reconocía las voces.
–Robin, vamos a
correr. –Le dije arreglándome el bolso.
–¿Puedes correr con
esas cosas? –Miro mis zapatos– Porque yo no lo creo.
Le di un guiño–
Cariño, puedo correr y saltar la cuerda en tacones.
–Si tú lo dices…
La agarre del brazo y
corrimos hasta el comedor. Apenas había abierto la puerta para ver que estaba
pasando.
Papá y el abuelo
estaban gritándose mientras Sam y Zack estaban tratando de hacer algo pero
ellos no les prestaban atención. Tío se veía cansado y tía le fruncía el ceño a
mamá, quien estaba comiendo un pastelito con naturalidad.
–Sheney te digo por
enésima vez que calmes a tu marido, va a matar a mi suegro y francamente le
tengo más estima que ha Edward.
Me acerque a mamá con
cuidado, no se veía muy bien cuando tía le dijo eso– Mamá, tía, ¿qué pasa aquí?
Mamá me sonrió– Te veo
de mejor humor que ayer, debe de ser el embarazo.
–Sheney, tu marido por
favor.
Mire al abuelo y a
papá– ¡Hey!! ¿Qué les pasa??
Papá se calmo– Cielo,
no deberías gritar en tu estado. Siéntate y come algo.
Levante mi dedo y lo
apunte, todo muy lentamente– No vengas con esa cara de preocupación papá y dime
porqué discutían.
Papá apuntó al abuelo–
Ese viejo es un maldito y apenas lo soporto.
–Ni siquiera yo, que
ya estaba aquí antes que ellos, sé porque peleaban. –Habló tío desde su sitio.
El abuelo se me
acercó– No me enojaría si este mocoso no me hiciera explotar, ¿me puedes
explicar hijo por qué no quieres vivir conmigo?
–Te dije que necesito
mi espacio, no voy a vivir aquí. Tú casa esta sobrepoblada.
–¡Mentira! –Mire al
cielo aquí iban.
–Sheney, te lo digo
por última vez que controles a tu marido.
Mamá golpeo la mesa
con las manos– ¡Cállense todos! ¡Zara deja de decirme que hacer por una maldita
vez!
No hay comentarios:
Publicar un comentario