Un grito
llamo mi atención, me gire una y otra vez para ver de quien eran los gritos. Un
golpe me hizo volver a quedar en negro y de pronto estaba en el suelo de la
habitación de Emily quien gritaba como si estuviera poseída por algo.
Me levante
con cuidado, Emily era terrible con sus pesadillas.
– Em,
despierta soy yo. – Estaba diciendo Edward tranquilamente.
– ¡No!!
¡Déjame!!!! ¡No!!! – Emily pateaba hacía todos lados. Trate de acercármele pero
me alejo de un golpe.
– ¡Emily!!
¡Calma!! ¡Soy Zo!! – Edward la agarro de los brazos mientras intentaba despertarla.
– ¡No me
toques!! ¡No!!! – Emily rompió en un llanto desesperado. ¿Dónde estaba papá
cuando lo necesitaba? ¿Qué hacía en estos casos para que se calmara?
– Emily
cariño, calma. – ¿Por qué hacía esto? ¿Por qué lloraba? Yo también quería
llorar. Mi hermana no despertaba y no sabía como hacer para que se diera cuenta
que estaba en una pesadilla.
La puerta de
la habitación se abrió de par en par. Me quede momentáneamente en shock, ¿por
qué estaban aquí?
– ¡¿Qué
sucede?! – Nos grito Paul. Probablemente no dábamos la mejor impresión estando
encima de una Emily descontrolada porque la mirada de Paul estaba prendida con
fuego.
– ¡Suéltame
por favor!!! ¡Suéltame!!! – Mire a Emily una vez más. La sacudí un poco pero el
esfuerzo fue en vano, no me hacía caso alguno.
Edward me
miro y me hizo una seña, cuando asentí le soltó los brazos y yo me aleje de
inmediato para no ser golpeada.
Emily siguió
revolviéndose en la cama. Mire para ver a Paul que estaba más confundido que
enojado.
– No
despierta ¿dónde están papá y mamá? – Me pregunte en voz alta.
Edward fue
de inmediato a la puerta. – Voy por ellos.
– Emily… –
Hable despacio tratando aun de llamar su atención.
Paul puso
una mano en mi hombro, – Déjame intentar, quédate por ahí con Heath mientras
tanto.
– Ok. – Heath
me envolvió entre sus brazos.
Ambos vimos
como Paul subió a la cama con movimientos cuidadosos, puso las manos primero y
después se apoyo con todo su cuerpo.
Las manos de Paul se
cerraron en un brazo de Emily antes de que lo golpeara, en cuanto ella se puso
a forcejear con desesperación comenzó a acariciarla con movimientos pausados y
a hablarle cariñosamente. – Mon chère, C’est moi Paul. Me mon ange du cœur. – Mi querida, soy yo Paul. Mi ángel de mi
corazón.
Emily sollozo, – ¿Paul?
– Oui, C’est
moi. – Paul la abrazo contra su pecho. – Me petite ange.
Emily se
abrazo a él y volvió a dormir supuse.
Suspire de
alivio. – Gracias a Dios que estabas aquí.
– ¿Qué
fueron todos esos gritos? – Vincent y papá estaban parados en el umbral de la
puerta.
Le fruncí el
ceño, tenía la cara menos marcada que antes pero había algo extraño en él, su
mirada no estaba bien parecía asustado y no parecía que se hubiera acabado de
levantar, sino más bien lucía como si no se hubiera ido a dormir aun.
– Emily
tenía una pesadilla. – Dije mirando como ahora estaba en los brazos de Paul
durmiendo relajadamente.
Papá se paso
las manos por el cabello. – Gracias a Dios ahora esta mejor, no se como se me
olvido lo sensible que es a las peleas, mi pobre niña.
– Paul logró
lo que nosotros no pudimos, le hablo y la tranquilizo del todo, fue algo
sorprendente de ver.
Papá me miro
alzando una ceja, no me creía. Bueno no era para menos, Paul estaba vestido
solo con sus jeans mientras abrazaba a Emily. – Ah-ha, si.
Le mostré
con las manos como Paul aun arrullaba a Emily, diciéndole cosas en murmullos en
francés que ni siquiera podíamos entender pero que obviamente hacían bien su
trabajo.
Heath me
apretó los hombros con las manos, – No tientes la suerte amor.
– Bien, pero
es obvio que Paul la relaja. – Los mire a todos, – Creo que es mejor que los
dejemos solos para que Emily descanse.
Papá me miro
como si estuviera loca. Edward no estaba más convencido y Heath negaba
rotundamente a mi lado. Mire a Vincent que estaba sonriendo, cuando capto mi
mirada vocalizo; “Lo van a matar”.
– Por favor
papá. – Dije bajito e intentando la cara de perrito de mamá.
Papá me
sonrió, – Si te llega un sobrinito, tu vas a ayudar a cuidarlo. Yo, me lavo las
manos. Vamos. – Antes de salir me miro de arriba abajo. – ¿No tiene ese pijama
otra parte?
Me mordí la
lengua. – No.
Mire a Heath
que se removía a mi lado. Lo mire con detenimiento, estaba vestido con sus
jeans negros y su camisa colgaba abierta de sus hombros, dejando ver su pecho
totalmente desnudo. Mis manos picaban por tocar y estaba segura que mi boca
estaba abierta.
Papá tosió.
– Vamos a dormir, cada uno a su habitación.
Me cruce de
brazos, – Por supuesto.
Con eso nos
dejo solos, Edward se encogió de hombros y se fue seguido de Vincent. Entre a
la habitación para recoger mis cosas. Me acerque a Paul y le di un beso en la
frente.
– Buenas
noches, cuídala mucho. – Paul asintió sin dejar de cantar el arrullo con el que
mantenía a Emily tranquila. Eso era lo que murmuraba.
Moví las
cobijas y Paul se acostó con Emily en sus brazos, los arrope bien y me fui.
Cerré la puerta despacio.
– Te dejo en
tu cuarto. – Pegue un salto. Heath estaba parado contra la pared.
Respire
profundamente. – Me diste un susto horrible.
– Así tienes
la conciencia amor, – Me tomo el pelo.
Me puse las
manos en la cadera. – La tengo mejor que tu.
Heath alzo
una ceja. – ¿Ah si?
Asentí. Moví
mis manos a la altura de mis pechos. – No dejas de mirarme el busto ni las
piernas.
– Tú pusiste
la carne a la parrilla, yo solo espero el festín.
Lo tome del
brazo. – Te quedarás con las ganas. Me voy a dormir.
Heath puso
mala cara. – No me vengas con cosas. Quiero hacer algo más que mirar, aunque no
sea el momento.
Heath me
abrazo por la cintura y yo le devolví el gesto. – Tengo una duda.
Heath me
beso en la sien. – No, no llevo bóxer.
Me coloque
roja y Heath se rió de mí. Lo piñizque al costado, no quería arruinar ese
hermoso six pack. – No era eso. Solo quería saber qué haces aun aquí.
Heath dejo
de reírse de mí. – Tu madre dijo que era demasiado tarde para que nos fuéramos
y que era mejor que durmamos en el sofá. Termine durmiendo con Paul en la
habitación de Edward. – Heath bostezo. – Deberían de darle una cama más grande,
ya me duele mi espalda.
Acaricié su
espalda. – Pobrecito mi amor.
Heath gimió.
– Tu cama es más grande.
Abrí los
ojos de par en par. – ¿No es eso una sentencia de muerte?
– Amor,
déjame no estoy pensando ahora y me siento feliz, ahora durmamos juntos
haciendo cucharita. – Francamente no creía que eso fuera posible. – Me portaré
bien, además no traigo condones.
Le di un
codazo y camine sola a mi habitación. ¿Por qué tentaba a mis hormonas? Aunque
no estaba segura si estaba enojada porque hubiera dicho eso o porque no tuviera
los malditos condones, creo que por ambos.
Ya no me
reconocía.
Llegue a mi
habitación y me lance a mi cama. Estaba helada en comparación de la cama de
Emily, claro que mis quejas se apagaron cuando Heath se acostó a mi lado.
Sus manos me
rodearon. – Después de esto puedo morir tranquilo.
– Que bien,
porque si papá te ve aquí te va a matar y no de la forma dulce.
– Ah ha, ¿me
puedo quitar los pantalones? – Un escalofrío de anticipación me recorrió.
Asentí lentamente. – Descuida, si llevo bóxer, no es lo mío andar sin ellos.
Suspiré
desilusionada definitivamente. – Que bien. – Dije.
Heath salió
de la cama y escuche como la ropa caía al suelo. – Listo. – Dijo metiéndose en
la cama de nuevo.
Esta vez
cuando entro en la cama su cuerpo se pego al mío. Íbamos a dormir a cucharita
esperaba. O tal vez no, sus manos se posaron en mis caderas haciendo círculos
en mis piernas.
– Heath…
– Déjame
cumplir un sueño. – Me beso el hombro y el cuello pausadamente. Me arquee un
poco cuando sus labios atraparon el lóbulo de mi oreja y sus manos se cerraron
en mis pechos.
– Heath… –
Volví a gemir.
Heath no me
respondía, simplemente siguió haciendo lo que tenía entre manos. Coloque mis
manos entre las suyas, que ya estaban bajando las tiras de mi pijama. De un
jalón sus manos me dieron la vuelta y él enterró su cara en mi pecho, enrede
mis manos en su cabeza para mantenerlo ahí, me encantaba como jugaba con mis
pechos me arquee para él.
Heath se
levanto haciendo que me quejara, no quería que parara. – Dame espacio, ábrete
de piernas para mi nena.
Hice lo que
me dijo sin titubear. Él se coloco entre mis piernas y comenzó a besarme, sus
manos estaban puestas; una en mi cadera y la otra jugueteaba con uno de mis
pezones. Enrede mis piernas en sus caderas, presionando una y otra vez hasta
que logre que gimiera tanto como yo lo hacía con sus juegos.
La boca de
Heath se movió hasta mi cuello donde me chupo sin consideración. Pase mis uñas
por su espalda desnuda, por alguna razón necesitaba marcarlo y él no estaba
lejos de hacer lo mismo con mi cuello.
– Te deseo
tanto cielo. – Dijo contra mi cuello. – Tengo tantas ganas de estar contigo, de
estar dentro de ti de nuevo.
– Heath, no
podemos… – Jadee.
Heath gruño
contra mi cuello. – Lo sé amor, lo sé. Pero eso no evita que no disfrutemos un
rato.
Jadee, su
mano piñizco mi pezón. Me arquee de nuevo. Solo que esta vez me restregué
contra su erección. Su jadeo fue mi premio, sonreí descaradamente. Heath se
separó de mí y me miro frunciendo el ceño. Gemí cuando se restregó contra mí.
– ¿Crees que
eres la única que puede? – Heath me sonrió pícaramente, – Creo que vamos a
dormir algo tarde.
Moví mi mano
hasta acariciar su erección. – Creo que si.
Heath se
removió, – No vayas por ahí dulce o no voy a responder.
– ¿No te
molesta? – Heath puso en blanco los ojos. – Me refiero a que sería mejor que
eso desapareciera.
Heath me dio
la vuelta dejando mi espalda contra su pecho. – Mejor hasta ahí o no voy a
parar.
– No pares.
– Refunfuñe.
Heath coloco
su cara contra la almohada. – Duerme.
Me acomode
más contra él. – No.
– Si. – Dijo
colocando una de sus manos en mis caderas.
Me baje las
tiras del pijama y restregué mi trasero contra él, agarre una de sus manos, y
la lleve hasta mis pechos expuestos. Su reacción fue inmediata, su mano apretó
mi pezón.
– Eso no es
justo. – Dijo contra la almohada. Sonreí complacida de tener su mano allí. Se
podía quejar pero su mano seguía estando allí. – ¡Demonios!
Se movió tan
rápido que apenas me di cuenta cuando volví a estar debajo de él de nuevo. Con
una de sus manos agarró las mías y las mantuvo por arriba de mi cabeza y con la
otra me abrió las piernas. Gemí. Su beso llego rápido y duro, su lengua jugaba
contra la mía. Jadee contra su boca cuando su mano se metió dentro de mis
bragas y uno de sus dedos me sondeo.
– Muévete
contra mí, ahora.
Mi mente
dejo de funcionar después de eso.
Sus manos me
acariciaron hasta no poder más y eso fue todo antes de desconectar.
La luz de
día me golpeo de frente, ¿qué diablos? Había vuelto a tener un sueño erótico
con Heath.
– Debo de
dejar de soñar esas cosas, no me hacen bien.
– ¿Puedo
preguntar sobre que sueños hablas? O espera ¿incluyen sogas y látigos? Soy
accesible por si quieres.
Mire a Heath
como si fuera un extraterrestre. – Oh…
Heath ladeo
su cabeza fingiendo inocencia. – ¿No?
– No
recuerdo como llegaste aquí… y no sé que haría con una soga y un látigo. –
Definitivamente no tenía ni idea.
Heath me
atrajo a él y me abrazo dulcemente, – Se me olvida que solo tienes dieciséis,
mi bebe es tan inocente.
Me separe de
él. – No te entiendo.
Heath me
sonrió complacido. – Dejémoslo para otra vez. Oh, eres tan dulce.
Me sonroje,
sabía que me estaba perdiendo en parte de la conversación. – Bueno, después me
lo vas a explicar.
Heath no
dejaba de sonreírme, me estaba poniendo de más tonos de rojo. – Lo más gráfico
posible.
Se levanto
de la cama, dándome una gran vista de su trasero.
– Que lindo.
Heath se dio
la vuelta de inmediato, sorprendido. – ¿Me estabas mirando el trasero?
Me mordí el
labio. – Puede ser.
Heath se
quedo con la boca abierta y se miro el trasero. – Pero sino tengo nada de eso.
Me levante
de la cama con cuidado, me sentía algo sensible en ciertas partes. Salí de la
cama y le piñizque el trasero.
Me mordí el
labio de nuevo. – Definitivamente si tienes algo ahí.
Camine
contoneando las caderas a propósito, mire sobre mi hombro. Sip, lo había
conseguido, me miraba embobado. Me levante el faldón del pijama.
– Creo que
ya no vas a poder adivinar hasta donde me llega.
Heath trago
saliva. – Me imaginaba que ese era tu adorado pijama de la otra vez. Y déjame
decir que no me desilusiono para nada, un escote que provoca y ¡Dios! Esas
piernas.
Sonreí y entre al baño.
Me sentía tan especial, él me hacía especial.
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