–No sé quienes son pero no me agrada que estén aquí. Así que por favor ya váyanse de mi casa. –Dijo el hombre que debía ser el padre de Paul; Darian LaCourte– Llegaron sin ser invitados y entraron aquí casi por la fuerza.
–Estoy de acuerdo con
mi marido, deben irse. –Agregó quien debía ser Melisse Blanch; madre de Paul.
Mire a cada uno, ambos
parecían tan distintos entre sí y no sólo eso, también parecía muy difícil que
ambos fueran padres de Paul, ninguno parecía capaz de comprender el amor ni la
familia.
–Creo que ni tú ni yo
tenemos nada que hacer aquí. –Mire a Sheney.
Pero ella estaba
mirando a ambos como si no pudiera entender el mismo dilema que tenía yo; que
esos no podían ser padres del mismo chico que conocíamos.
Sheney me miro
frunciendo el ceño– No puedo creer esto, no podemos irnos así sin más. No
después que logramos que Paul se divorciara…
–¡¿Qué ustedes
hicieron qué?! –Preguntó Darian.
Me encogí de hombros–
Son cosas que suceden a diario.
Sheney comenzó a
gesticular con las manos– Ya escúchenme, nuestra hija se va a casar con su hijo
y queremos saber si van a estar presentes en la boda. Sólo me interesa eso.
La madre de Paul se
levanto de su asiento de inmediato– No tenemos idea de quienes son y nos dicen
que nuestro hijo va a casarse con su hija así sin más ¿no se creen demasiado?
Solo había una cosa
que se me veía a la mente cuando estaba tan interesada por saber quienes
éramos. Ya sabía lo que querían saber; cuenta bancaria.
Mire con resignación a
Sheney, ella no iba a quedarse callada ni se iba a mover del lugar, por lo que
ya podía ver el escándalo que iba a armar si la sacaba de la casa.
–Soy Edward Stonel y
ella es mi esposa Sheney, soy el abogado de la cadena hotelera de mi familia. –Dije
con voz apagada.
La cara del padre de
Paul mostró sorpresa pero la cara de Melisse se iluminó de sobremanera al
escuchar quien era, a pesar de ello el primero en hablar fue Darian;
–No tenía idea que mi
hijo conociera a alguien de su familia.
–Querido, es el mejor
hotel que hay en esta ciudad. –Dijo Melisse– Todas mis amigas hablan del Spa…
Sheney los miro de
forma desagradable– Les estoy hablando de su hijo no del dinero ni de los
bienes que tenemos. –Me agarró del brazo y me jaló– Edward nos vamos de aquí,
comienzo a sentirme enferma. –La estaba siguiendo pero me detuve al ver entrar
a papá junto a un hombre mayor muy alto y muy parecido a Paul.
–¿Père? ¿Qué haces
aquí? –Preguntó Darian sonando bastante impresionado con lo que estaba viendo.
Papá llamó mi atención
con una seña.
–Mira Edward, encontré
a un viejo amigo en el campo. –Sabía que debía lucir sorprendido o hasta feliz
pero solo podía sentirme bastante asustado de escucharlo tan alegre– Te
presento a mi amigo Paul LaCourte, abuelo de nuestro muchacho, por eso sabía
que me sonaba su nombre cuando me lo dijiste.
El hombre se acercó
con paso lento y seguro con su bastón hasta su hijo, parecía tan cansado y
débil que estaba a un paso de acercarme a él, hasta que su voz trono en la sala
en que estábamos.
–¿Qué crees que has
hecho? –Sheney se pegó a mi brazo al escuchar la rabia que había en la voz del
hombre– Te deje la casa de tu madre y la dejaste morir.
Darian lució una
expresión sombría antes de responder– Hablas de la casa como si fuera mamá.
–Era el último
recuerdo de tu madre, era su casa, ahí estaba todo el amor por las plantas y el
amor con que ella decoró cada espacio para sus niños. –De pronto nos miro con
una sonrisa llena de disculpa. El cambio fue alarmante– Ustedes deben ser los
padres de la niña, la que me va a convertir en bisabuelo. –Asentimos– Lamento
que me conozcan de esta manera.
Negué firmemente con
la cabeza mientras mantenía mis manos cerca Sheney– Por mi no hay problema
alguno señor.
–Nunca había conocido
a un ex presidente, ¿no debería tener seguridad? –Preguntó Sheney como si fuera
de lo más obvio.
–¿Para qué tener
seguridad si nadie me recuerda? –Su mirada se volvió de hielo cuando se dirigió
a su hijo– Si ni siquiera mi hijo recuerda quien soy, ninguno de los dos hijos
que crie fue capaz de visitar a su padre en años. Apenas y recuerdo la cara de
mis nietos.
–¡Te fuiste! Nos
dejaste hace años sin decir nada. –Casi podía ver en Darian el parecido en
apariencia con Paul, su hijo.
–Sus reproches son
innecesarios e inadecuados suegro, usted fue quien dejo a sus hijos. –Respondió
Melisse con suma dignidad.
–¡Cállate mujerzuela! –Sheney
y yo pegamos un salto, hacia sonar el insulto como si fuera algo más funesto de
lo que podía ser– Te dije hace más de veinte años Darian que ésta mujer sería
tu perdición, ahora tu hijo esta en Rumania lejos de ustedes porque lo
obligaron a casarse. –Apuntó directamente a Melisse– La que es una idea demasiado
original para ti Darian, así que supongo que es totalmente tuya ¡mujerzuela
barata!
Melisse boqueaba como
un pez fuera del agua mientras Darian lo veía con resignación voltearse a él.
–No quiero saber con
quien te asocias porque solo puedo imaginar cuanto has caído Darían, debes
saber que no me enorgulleces en nada de lo que has hecho, me avergüenza lo que
hiciste con tu hijo como me avergüenzan las acciones de tu hermana, quien me va
a ver después de terminar aquí. Pero no puedo evitar sentir más vergüenza por
mi mismo, porque fallé. Fallé como padre y como abuelo. Deje que te casaras con
una víbora y deje que tu hermana hiciera lo que quisiera ¡pero ya no más!
Papá se me acercó
lentamente como si nada estuviera aconteciendo en frente de nuestras narices.
–Sabía que él era la
carta del triunfo. –Sonaba tan pagado de si mismo que sentí un escalofrío pasar
por mi columna.
Lo mire con falsa
alegría– Yo ya lo tenía controlado.
Me dio unas palmadas
en la espalda– A veces debes hacer un poco más que solo resolver los problemas,
debes dejar una lección a aquellas personas que los cometen para que no vuelvan
a tropezar con los mismos errores otra vez.
–Suegro, usted siempre
es tan inteligente. –Lo alabó Sheney, yo solo atine a asentir.
–¡Alfred! Llévame con
mi nieta, quiero sacarla de ese reclusorio y luego quiero ir a ver a mi hija. –El
señor Paul LaCourt ya iba camino a la puerta de salida– Darien, si alguna vez
quieres verme, solo debes volver a casa hijo. Nunca te cerraré la puerta.
Melisse se levantó de
su asiento luciendo muy enojada– ¿Quién se cree que es? Primero insulta a mi
marido y luego piensa que vamos a ir a verlo ¿en serio?
–Melisse… –Comenzó
Darian pero su padre ya estaba respondiéndole a Melisse.
–¡Cállate! ¡Nunca ensuciaría
mi casa dejando entrar a una fulana cualquiera!
Sin más que decir al parecer
se dio la vuelta y salió sin ver a nadie más. Me parecía algo de admirar si
podías gritarle a alguien que no tenía ningún valor y luego salir de la casa de
ésta con un aire de superioridad que haría a cualquiera estremecerse.
–Ahora veo porque eran
amigos. –Le dije a papá.
–Bueno, nosotros nos
vamos. No puedo decir que fue un gusto verlos pero es lo que es. –Sheney nos
tomo del brazo y nos arrastró a la puerta.
–Hija aminora el paso,
no puedo seguirte. –Dijo papá muy animado.
Cruzamos todo el
laberinto hasta salir de aquella casa, me sentí Perseo por un momento; había
luchado contra el minotauro y había salido indemne y vencedor.
–Vámonos a casa de una
vez. –Dije más alegre de lo que había estado en mucho tiempo.
Papá asintió pero
luego pareció pensarlo un poco– Podríamos ir a ver a Zoey en el camino, quiero
ver como trata ese muchacho a mi princesita.
Llegamos en frente de
nuestros autos pero no pude evitar quedarme parado un momento antes de tomar
rumbo.
Solo podía reír de su
intento de ir a ver a Zoey– Sabes bien que no queda de camino.
–Pero podemos hacer
una escala muy lejana. –Dijo Sheney ya soñando con los regalos que iba a
comprar.
–Entonces nos vemos en
el hotel para planear nuestro viaje. –Dijo papá.
Ambos eran imposibles.
Papá se subió a su
auto y se marchó sin más. Definitivamente no quería que le dijera que no podía
ir a ver a su nietecita querida.
–¡Esperen! ¡Esperen!
Sheney me miro antes
de darse vuelta, mire hacia atrás para ver que era lo que quería el padre de
Paul.
–¿Qué sucede? –Pregunté.
Darian pareció dudar
por un momento– ¿Cómo… cómo está Paul? ¿Está bien?
Sheney me sonrió, así
que la deje responder– Está bien, está en casa de mi padre por ahora.
Darian suspiró–
Supongo que está bien entonces. ¿Le pueden decir que iré a verlo? Claro, si me
dan una dirección… no voy a molestarlos…
Ahora definitivamente
sabía que era el padre de ese muchacho que podía parecer muy seguro de si mismo
pero que ocultaba una debilidad única; ambos eran incapaces de negarse a la
familia.
Sheney de inmediato
comenzó a revolver en su bolso hasta encontrar una libreta, solo le tomo unos
segundos garabatear la dirección y por lo que parecía un número de teléfono.
–Ésta es nuestra
dirección en Rumania, debajo está el número personal de mi marido y el otro es
el de mi hija, así contactará directamente con Paul.
Darian leyó el número
una y otra vez y luego lo guardó.
Tomé la mano de Sheney
y la llevé hasta el auto, ya era hora que volviéramos a casa o quizás ir a ver
a nuestros niños pequeños, quién sabía como se estaba comportando Edward O si Heath
estaba mimando adecuadamente a Zoey.
–¿Es verdad que voy a
ser abuelo?
Me giré para mirarlo a
sus ojos, parecía más nervioso que hace solo unos momentos y también ansioso.
–Llame a Paul y sabrá.
Con una última sonrisa
me despedí de él.
El pop de la bandeja
de entrada me hizo ver ansiosamente el computador, por un momento pensé que
podía ser Marcus. Había pasado una semana y seguía sin decir nada de nada.
–Mon ange, Marcus no
se contactará aun contigo.
Mire a Paul que estaba
parado en la puerta, me había dejado un momento para ir a ver que estaban
haciendo Alex y Robin mientras yo revisaba unos archivos al igual que mi correo
electrónico.
–Me siento un poco
nerviosa con respecto a él, me da un poco de miedo que haga alguna tontería de
la cual se tenga que arrepentir o algo que no tenga solución. –Dije algo
apenada que se diera cuenta tan fácilmente de lo que estaba pensando.
Paul sonrió– No te lo
había contado pero… ayer recibí una llamada de mi padre.
Lo mire nerviosa por
lo que eso podía significar.
Dudé un poco antes de
preguntar– ¿Qué quería?
Paul se sonrojó un
poco, lo que me encantó por las pocas veces que podía verlo tan adorable.
–Me dijo que tenía una
suegra muy hermosa. –No entendía nada y eso se reflejaba en mi cara al parecer–
Le pregunté a que se refería ya que supuse que hablaba de Gabrielle y ella no
tiene madre. –Se sentó en la cama para continuar– Me dijo que no hablaba de
ella sino de mi suegra actual.
Lo mire sorprendida–
¡Ellos fueron a Francia!
Paul asintió feliz– Mi
padre me contó que le hicieron una visita para contarles que íbamos a casarnos.
–Pero tu aun no estás…
–Le dije algo triste, últimamente me sentía más sensible emocionalmente.
Paul me mostró unos
papeles– Me llegaron por fax hoy por la mañana pero papá ya sabía de ellos.
Me basto leer solo el
titulo para correr del escritorio hasta Paul y antes de darme cuenta me puse a
llorar descontroladamente.
–Mon ange, no llores
mi amor… me estás partiendo el corazón con tus lágrimas. –Dijo Paul buscando
pañuelos de papel en sus bolsillos– Mon Dieu Emily qué dije… lo siento…
Sollocé más fuerte, él
era tan dulce– Estoy… tan… tan feliz…
Paul me miro algo
confundido antes de comenzar a reír a carcajadas.
Paul lanzó una
carcajada final antes de hablar– Casi me matas del susto, el pobre Jean Pierre
no debe entender que le sucede a su madre ¿no es cierto mon fils? –Le habló a
mi pancita– No te preocupes, papá tampoco la entiende.
Me limpie las lágrimas
con los pañuelos que me iba pasando– Es que siento tantas cosas dentro de mi.
Paul me quitó un
pañuelo mientras desfallecía en la cama como una damisela. Me reí de su comedia.
–¡Oh mon cherè! Voy a
llorar. –Dijo mirándome mientras que con una mano en la frente dramatizaba– ¡No!
Creo que me desmayaré, toma mi mano todo está oscuro aquí.
Me reí descontroladamente–
Me pareces el chico que conocí en el aeropuerto ese día en que por casualidad
acompañé a Zoey a buscar a Betsy.
Paul lanzó el pañuelo
a un lado– Porque después de mucho tiempo me siento ese chico que conociste esa
tarde. Después de tantas cosas vuelvo a sentir ganas de reír y ganas de ser ese
chico de antes.
Lo mire soñadoramente–
¿Qué más te dijo tu padre?
Paul me sonrió– Quiere
conocerte, está muy feliz de ser abuelo y más cuando le dije que iba a ser
varón.
Le fruncí el ceño– Que
machista.
–También le dije eso. –Nos
reímos juntos.
–Se están riendo. –Le
dije a Alex– Creí que estaban peleando.
Alex me abrazó desde
atrás– Yo también pero sólo son cosas de pareja, ¿vamos a comer helado?
Le fruncí el ceño– Eso
no es muy adecuado estando en casa de otras personas.
Alex pareció no
entender– No le veo problema, solo debemos pedírselo a la abuelita.
–¡Ella no es tu
abuela! –Le dije exasperada, entre el gato y su adoración por la abuela de
Emily me estaba volviendo loca.
–No deberían gritar o
los van a encontrar. –Nos susurró detrás de nosotros.
Abrí los ojos del
susto– ¡Señora Evans!
Puso un dedo sobre mis
labios– Silencio. –Sonrió a Alex– Vamos a comer helado y me cuentan que estaban
escuchando.
Hice un puchero– Nos
va a interrogar.
Ella simplemente se
encogió de hombros– Vamos a conversar y me van a ayudar a preparar algo.
–¿Qué cosa abuelita? –Preguntó
Alex muy emocionado mirándome.
Nos sonrió a ambos con
complicidad– Se los cuento abajo.